jueves, 29 de diciembre de 2011

Fin de semana en Venecia



Basílica de San Marco
Aprovechando cada instante, cada oportunidad de viajar, de abrir cuerpo y mente, ese axioma que llevo a rajatabla me llevó hasta Venecia el fin de semana antes de coger el avión rumbo a Sevilla. Una parada muy satisfactoria que mereció la pena. La ciudad que acoge un famoso festival de cine, y que ha sido escenario de tantas y tan buenas películas, como es el caso de Muerte en Venecia, El Mercader de Venecia, Casino Royal o la más reciente El Turista (Angelina Jolie y Johnny Depp), es más pequeña de lo que la fama que le precede hace pensar: 269.000 habitantes, aunque en realidad se contabilizan las islas de alrededor: Murano, Burano, Mestre, y no acierto a conocer el dato exacto de la población que reside en la isla de Venecia.


Puente de Rialto de noche
Tras llegar a Piazalle Roma en una furgoneta desde Liubliana -cerca de 3 horas de trayecto-, Soraya, María, Lander y yo buscamos el hostal. Lo primero que nos encontramos, en la zona donde convergen todos los autobuses, fue el puente de la Constitución, que comunica Piazzale Roma con Santa Lucía, la estación de tren. El puente es uno de los cuatro que atraviesa el Gran Canal, y fue diseñado por Calatrava, el arquitecto español.

Después de dar unas vueltas y estar un poco perdidos -no sería
la primera vez-, encontramos finalmente el hostal. Estaba un poco alejado, pero por dentro era coqueto. Por apenas 17-18 euros la noche era más que suficiente. Además, eran habitaciones dobles.

Estaba anocheciendo ya, pero aún así nos dio tiempo a echar unas bonitas fotos en el famoso puente de Rialto, incialmente hecho de madera pero que tuvo que ser reconstruido en varias ocasiones y actualmente es de piedra. La primera sensación que percibimos es que Venecia era un laberinto. Nos llevó mucho tiempo encontrar el puente de Rialto, y es que no hay ningún camino recto; para llegar a cualquier destino hay que serpentear y es imposible acortar, amén de los interminables puentes y canales. También hacía más difícil la tarea la similitud de las calles y edificios; construcciones muy parejas que apenas se diferenciaban unas de otras. Paramos a comer, a tomar un cóctel -ante un desencantado servidor, que falló en la elección del mismo-, y volvimos por la misma ruta. No era momento de hacer probaturas.


Llegó la noche y con ella el alcohol. Nos surtimos de botellas de Lambrusco y Limoncello para amoldarnos a la cultura del país; fue idea de María, y no erró, porque el propósito, emborracharnos por un módico precio, se cumplió. Buscamos algún sitio para salir de fiesta, era sábado, probablemente el mejor día, teniendo en cuenta que estaba también próxima la Navidad, pero no encontramos nada. No hay fiesta en Venecia. Se puede decir alto y claro. Si un sábado la juventud no tienen donde ir -más allá de un pequeño bar donde tomar algo-, no sé cómo se adaptarán los jóvenes a la vida nocturna de la ciudad. Muy decepcionados en ese aspecto, tomamos una copa, echamos unas risas con unos italianos algo chapas, según cuenta Soraya, que fue la que más los sufrió y nos volvimos al hostal. A una hora demasiado prudente. Estaríamos rondando las 2 a.m.

Por la mañana tocaba hacer turismo de verdad, recorrernos las calles, o también llamadas canales y ver la ciudad con luz. Y comprar los souvenirs de rigor, por supuesto. En este caso, tocaban las clásicas máscaras: Una para cada miembro de mi familia. Conté para la selección con la ayuda de Soraya. Consensuamos y, tras lo visto en mi caso, acertamos. Paseando, entre foto y foto, caprichos del destino, un dicharachero gondolero sedujo a las damas y las convenció de dar una vuelta, con nuestro consentimiento, claro.

Negociamos y nos dejó el paseo en góndola en 40 euros. Breve pero lleno de anécdotas. ¿Quién mejor para contar la historia de la ciudad que un gondolero? Le prestamos atención, aunque no desaprovechamos la ocasión para echar fotos y más fotos...es lo que tiene viajar con chicas...Lander y María se encargaban de traducir las explicaciones del gondolero y Soraya y yo de echar fotos por doquier. Podría hacer un precioso collage solo con las capturas desde la góndola. Me enteré de que hay alrededor de 420 puentes, aunque como cité anteriormente, hay 4 con más relevancia que el resto. El de la Academia me quedé con ganas de verlo, aunque me hago una idea por las fotos de las niñas. Además, nos explicaron que todas las casas tienen una entrada que da al canal y otra peatonal.


Lander y yo en el Palacio Ducal


El territorio que ocupa Venecia eran islas vírgenes y las construcciones son de maderas, de ahí que cada 10 años pierdan aproximadamente 1'5 cm. Y, sobre todo, se aprecia en que los edificios están inclinados, como si se fueran a derrumbar. Por hacer un símil, lo equipararía a la Torre de Pisa. No están de esa guisa, pero se ve realmente que los pilares son inestables. Y sí, la leyenda urbana es cierta: Hay tramos de Venecia que huelen mal, y es que la gente arroja la basura al canal directamente, por eso algunas calles estrechas tienen ese olor; cosa que no ocurre en el Gran Canal, mucho más abierto, y de mayores dimensiones.


Durante la vuelta en góndola vimos la casa de Marco Polo, bastante más pudiente que la de Casanova; aunque ambas estaban colindando. Hay más nombres importantes de la historia que nacieron en Venecia, como Tiziano y Vivaldi. De este último vimos una placa conmemorativa cerca de la palza de San Marco, en una iglesia donde debió actuar.

Ya en dirección a la Piazza San Marco, íbamos reconociendo algunos edificios que nos sonaban de películas, festivales, carnavales...Para los que prefieran prescindir de coger una góndola aconsejaría el vaporetto, que equivaldría al autobús urbano, pero mucho más cool, con más caché. Eso es lo que le da un aire especial a la ciudad, ese encanto innato, el hecho de pasear por los puentes y estrechas calles y asomarte y ver tan cerca el canal y las embarcaciones de todo tipo que lo surcan.




Soraya y yo con el Puente de Rialto, desde la góndola
Por fín llegamos, y para ser justos hay que decir que la plaza hace honor a lo que se ve por la tele, se estudia en los libros de historia y se oye en todas partes. Su magnificencia te deja sorprendido, aunque nosotros entramos por una calle lateral y no vimos realmente su grandeza hasta estar en la misma plaza. Es agradable la sensación de estar en lugares los cuales has estudiado como obras de arte por su valor artístico. El Palacio Ducal,de estilo gótico, es uno de ellos. Se sitúa en el extremo oriental de la plaza, junto a la basílica de San Marco.

En la explanaada también se encuentra el campanille, tan típico en las plazas italianas; o la Torre del Reloj, que contiene un reloj esmaltado de azul y dorado que marca las horas, las fases de la luna y el zodiaco. Cada hora dos grandes figuras de bronce tocan la hora, aunque eso lo supe después, porque a pesar de que estuvimos más de una hora probablemente en las inmediaciones de la plaza, nadie vio nada singular. E incluso aquí, el lugar de mayor congregación de turistas de la ciudad, no se sentía casi el bullicio, ni la conglomeración de personas. La ciudad es bastante tranquila.




Cuando buscábamos un sitio para comer, de casualidad, nos topamos con el Puente de los Suspiros, señalado en el mapa como una de los puntos a visitar. Echamos fotos sin saber cuál era exactamente, como a casi todo... Bonitas vistas desde la bahía de Venecia por esta zona; el lateral de San Marco da al mar y, enfrente, hay más islas, lo que resulta ser una perfecta 'foto postal'. Lo bueno de ir con chicas es que no dicen que no nunca a una buena sesión de fotos. Y yo encantado...

Felicidad


Lander y María en el Gran Canal




Tomando algo en Campo Sta. Margarita


Cenamos y bebimos, pero tras el fiasco el día anterior, no intentamos siquiera salir a comprobar si había algo de ambiente en la calle. A mí me tocaba madrugar. A las 7A.M. salía el autobús para el aeropuerto.

viernes, 16 de diciembre de 2011

Puente por el centro de Europa

El Puente de la Constitución fue una excusa más para hacer un nuevo viajecito. En esta ocasión las ciudades elegidas fueron Graz, Viena (en territorio austriaco) y Liubiana, en Eslovenia.

Yo llegué a Graz por la tarde, en un viaje de apenas 1 hora, y que fue aún mas entretenido por la amena compañía de un austriaco, Max, de 25 años. Buen chaval, me aconsejó donde salir, lugares para tomar algo, comer...y me habló maravillas del ambiente estudiantil. Gentilmente me acompañó hasta las inmediaciones del hotel y me ayudó a sacar el billete de tren para ir al aeropuerto. Dejé las maletas y me acomodé para ver la televisión. Había un Basilea-Manchester United, con la clasificación para los octavos de final de Champions en juego.

Así pasé el rato hasta ir a recoger a mi visita: Laura. Buen hotel, el precio se justificaba casi por la ducha y el desayuno del día siguiente...pasada la medianoche, hizo acto de presencia Laura. Un nutritivo desayuno por la mañana y a hacer turismo por Graz, condecorada como Ciudad Europea de la Cultura en el año 2003.


Vistas desde la Torre del Reloj
La famosa Torre del Reloj
La segunda ciudad de mayor población de Austria, tiene una historia muy rica que hay que descubrir. Bonitos paisajes, la célebre Torre del Reloj, símbolo de la ciudad, que defendieron a capa y espada sus residentes durante la ocupación de Napoleón, se encuentra en la colina de Schlossberg, a donde se puede subir a través de un ascensor o bien andando por un frondoso camino. Bonitas vistas desde lo alto del extinto castillo; hacia un lado queda el centro histórico, y hacia el otro, la universidad, la ópera y la parte moderna

Un edificio de forma cilíndrica, con un aire extraterrestre, es el museo de Arte Contemporáneo Kunsthaus, que, además, aloja en su interior varias cafeterías y restaurantes; y se encuentra próximo a un moderno puente -data del 2003-, construido sobre el río Mur. Muy recomendable de noche, pues la iluminación le confiere un aspecto especial. La plaza principal con sus puestos de vino caliente, cerveza y salchichas típicas de la región son otro de los atractivos del centro, muy animado en estas fechas prenavideñas.


Plaza del Ayuntamiento







Por la tarde, tras una última visita a la Universidad y su coqueto barrio, volvimos a la estación para poner rumbo a Viena. 2 horas y 15 de viaje. Como curiosidad, decir que quien busque conexiones en tren no las va a encontrar. Si el tren hace la ruta deseada, el autobús no la cubre. Así de simple. Apenas funciona este medio de transporte, por resumir la cuestión.

Era de noche, pero aún había que cenar y echar un vistazo a la ciudad. Todo el centro -al lado de la principal catedral, la de San Esteban (Domkirche St. Stephan, en alemán)-, estaba resguarnecido, no corría el viento y era agradable dar un paseo. Una vuelta y a tomar algo en un café típico, quizás no aparezca en las guías de viaje, pero el sitio era coqueto, decorado con bocetos y dibujos de artistas, carteles y anuncios de festivales, de conciertos...todo bajo una atmósfera muy bohemia. Su nombre, Kaffee Alt Wien, dos calles paralelas a la catedral.

El café mencionado arriba
Catedral de San Esteban
Por la mañana ese sosiego se torna en un clima mucho más ambientado, con más algarabía. Se ven policías por la calle, excursiones de niños, muchas visitas guiadas y orientadas para los turistas...todo más barroco que por la noche. Hablando de barroco, nos topamos con la iglesia de San Carlos Borromeo, la cual estudié en Historia del Arte. Una plaza con puestos navideños y donde comimos unos buenísimos crepes. Asimsimo, por la ciudad, en las guías, etc, había infinidad de menciones a Gustav Klimt. Existen varios museos dedicados a este pintor simbolista que desarrolló su obra entre el siglo XIX y XX pero me quedé sin verlos por la falta de tiempo. A Klimt lo estudié en Arte en 3º de carrera. Una optativa, por si os preguntáis por qué se da en Periodismo...

Muchos grandes nombres de la historia han vivido y paseado por las calles de Viena: Mozart, Strauss, Freud... Ciudad señorial, con infinidad de monumentos y no del todo congestionada por los turistas, Viena se distingue por sus cafés. Aunque al que entramos la noche anterior, ninguno predicó con el ejemplo y prevaleció la cerveza, Egger, para ser más explícitos. Muy sabrosa. La colocaría en el top 3 de las mejores cervezas que he probado hasta ahora: por detrás de la húngara y la checa.

Palacio Hofburg, residencia durante 600 años de los Habsburgo
Más grande de lo que pueda parecer su centro, aunque muy bien conectado mediante las líneas de metro o el tranvía, no llegamos siquiera a ver el Prater o la residencia veraniega de los Ausburgo, el Palacio de la Emperatriz Sissí. Aún así, lo fundamental quedó inmortalizado en las numerosas fotos que hicimos. El ayuntamiento (Rathaus), en una estampa maravillosa, la Universidad, la iglesia de Votiva (Votivkirche, en alemán)...todo ello en la misma zona, y con ríos de gente. Gran acogida del pueblo austriaco a la iniciativa de montar estos pequeños puestos navideños, que se realiza cada año por estas fechas. Una taza de vino caliente para amoldarnos a las costumbres, y corriendo a pillar el tren.

A las 16h. lo cogimos, en dirección a Liubliana. Creo que cumplimos con creces en las escasas horas que tuvimos para visitar Viena. 5 horitas de viaje, con un transbordo, y llegada para cenar en la capital eslovena. Ambiente lúdico, acompañado por la fecha, un viernes.

El animado mercado
El cansancio hacía mella, pero aún quedaba por ver la ciudad de día. El puente de los dragones (el símbolo de la ciudad), y siguiendo paralelamente se encuentran el mercado principal y la plaza mayor. Hacia un lado está el río, que separa la ciudad. Más adelante están los 3 puentes, con otra plaza muy concurrida y con una iglesia preciosa.

Desde toda la ciudad se ve el castillo, al que se puede subir por un funicular...nada espectacular, pero sí práctico. El castillo es una bonita fortaleza, muy interesante para echar fotos. Tiene las mejores vistas posibles y la entrada es gratuita.
El puente de los dragones
En el castillo de Liubiana
Nuestro estómago lidiaba con el hambre y debíamos saciarlo a tiempo. Fuimos a un restaurante esloveno, Pomf, en la calle Trubarjeva cesta 40. Comida casera, de la tierra y con buena calidad. Tras el receso obligatorio para comer, volvimos a por las maletas y con otro tren a Maribor. Eran las 20.30h aprox. y solo quedaba 1 hora y media para que empezara 'El Clásico'. Una ducha y a presenciar la contundente victoria azulgrana en el feudo blanco.

miércoles, 23 de noviembre de 2011

Bosnia Herzegovina: Sarajevo y Mostar

La madrugada del jueves al viernes partimos hacia uno de los puntos neurálgicos de los Balcanes: Bosnia. Era un viaje organizado por el ESN (una asociación para estudiantes erasmus) y decidimos apuntarnos en última instancia, sin meditarlo mucho. El desplazamiento, en autobús, nos llevó algo más de siete horas, y apenas conciliamos el sueño. Las paradas reiteradas -las obligatorias en las fronteras de Croacia y Bosnia, respectivamente-, las necesarias impuestas por el conductor y la prevista para desayunar, hacían difícil la misión.

Sarajevo nos recibió con un clima frío, destemplado, nada cálido, y con una estampa bastante desoladora. Muy pobre los alrededores de la ciudad, combinando edificios con las paredes desconchadas y fachadas tiroteadas, con construcciones recientes, de apenas unos años; o con iglesias, mezquitas y sinagogas (un ambiente muy multicultural). Ése es el principal atractivo de la ciudad. Éso y las huellas de la guerra, muy palpable por todos lados, incluido el centro.

Aunque parezca paradójico, siempre es llamativo para los turistas reconocer los tormentos que causó la guerra que se produjo en este territorio entre 1992 y 1995. Tierras casi en barbecho, y edificios sin encanto, añadido a la época del año, le confieren un carácter añejo pero sin encanto a la capital bosnia. Aún por desarrollar, sin embargo, aunque la economía no debe ser muy boyante, tampoco destaca Bosnia por sus precios populistas.

De hecho, hasta que no te adentras en ella y te acercas al corazón de la ciudad, en el mercado principal, con numerosas calles peatonales, no descubres el verdadero Sarajevo. Se mezclan judíos, cristianos y musulmanes, si bien predominan estos últimos.

Con la catedral cristiana al fondo
Gustavo y yo en El Túnel de la Esperanza


Edificio bombardeado en pleno centro
Nos acercamos también al Túnel de la Esperanza, un pequeño tramo de 25 metros que queda en pie y que alberga cientos de visitantes todos los años. El túnel constaba de 800 metros y unía la capital sitiada por los serbios con la Bosnia liberada. Hay un museo con trajes, artillería, documentos y fotos de personajes célebres que han visitado el lugar. Para ubicarlo, diremos que está cerca del aeropuerto, a las afueras de Sarajevo. Ilustro el post con unas fotos esclarecedoras.


Lander, Gustavo y yo en el centro de Sarajevo
Degustamos comida típica e hicimos la ruta pertinente para conocer más a fondo la ciudad. Acabamos pronto. El centro se ve con bastante diligencia y tras echar unas cuantas fotos nos fuimos a dormir. Sí, una merecida siesta. Necesitábamos descansar un poco pasa salir por la noche. Ya se sabe, turismo diurno y nocturno.

La discoteca a la que fuimos no tenía mayor misterio, era un un sitio pequeño y concurrido mayoritariamente de Erasmus, pero todos dimos rienda suelta al alcohol y la noche no defraudó, aunque algo que nos trastocó nuestros planes: la llegada de la policía a las 1.30 am para cerrar el local. No era momento de irse a casa ni mucho menos y buscamos algún otro lado donde seguir de fiesta. Encontramos, por supuesto.

Fran dando una explicación sobre el vino



Gustavo, Fran y yo en la bodega

Con el 'Puente Viejo' al fondo
A la mañana siguiente pusimos rumbo a Mostar. Ciudad bonita, con más atractivo tal vez que Sarajevo, más pequeña pero más romántica. Solo estuvimos un par de horas. Suficientes para comprar algún souvenir, echar un sinfín de fotos con el Puente Viejo, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco y volver al autobús.

Nos esperaba una cata de vinos y una comida estupenda. Lo vimos al entrar, era un restaurante para gente pudiente. El vino, para ser honestos, no era el mejor que he probado, aunque la publicidad que le hicieron fue muy buena...

Con mi amiga francesa Delia

Volvimos a Sarajevo, cenamos algo rápido y nos preparamos para salir. Mereció más la pena el segundo día. Había un concierto en la discoteca a la que fuimos, Sloga; era sábado, un ambiente más diverso, con gente local...Y  nada más terminar, volvió la música comercial a la que estamos acostumbrados.

Cambiamos de sitio y fuimos a una especia de after en el que no permanecimos mucho tiempo. El cansancio y el alcohol empezaba a hacer mella. Solo quedaba un reducto de erasmus, los españoles, mayoritariamente.

Al final de la noche cayó el clásico bocadillo/hamburguesa...Eran las 6 am y nos debíamos levantar a las 9 para desayunar.
Era de esperar que ninguno lo hiciéramos, por lo menos el spanish guetto. La mayoría se quedó durmiendo y desayunó por su cuenta. Cumpliendo el plan previsto, fumamos en un bar cercano con algunas cachimbas y un café, algo para ambientarnos. Luego, 'free time' hasta las 3pm. Era hora de volver a casa, a Maribor

Una parada más para cenar en un asador bastante competente. La velada estuvo amenizada por un grupo de bosnios/as que cantaron y bailaron canciones típicas de esta región. Más de uno se animó y les acompañó.

Edificio semidestruido en Mostar

lunes, 24 de octubre de 2011

Viaje express a Liubiana

Unos meses más tarde reanudo este diario de abordo para poder contar mis nuevas peripecias en Maribor (Eslovenia).

El viaje empezó con cierto retraso respecto a la hora prevista. Como se suponía, por otro lado, puesto que madrugar no nos sienta bien a ninguno. Emprendíamos el viaje Gustavo (el conductor), Fran, Lander, Ángel y un servidor. El trayecto -200kms. aproximadamente- lo cubrimos en una hora y media, entre anécdotas y amenas charlas.

Liubiana nos recibió con un aire gris, entre lluvia y niebla. Este clima se tornó definitivamente en nieve unas horas más tarde. A más de uno le hacía especial ilusión que cuajara la nevada. No están muy acostumbrados a verla por sus dominios. Con semejante panorama, no nos quedó más remedio que protegernos del frío y de la lluvia en un centro comercial. Eran tan sólo la 1 PM, pero teníamos hambre y no había un plan más atractivo que entretenernos comiendo y charlando.

Una vuelta más por el centro comercial de turno y cogimos el coche en dirección al casco histórico de la ciudad. Fue una tarea imposible. Intentamos de todos modos dar un paseo por el centro, pero la nevada era demasiado copiosa. Nos acercamos a las inmediaciones del famoso castillo, pero sin asomarnos más allá. Ni siquiera tuvimos la intención de subir. El tiempo no acompañaba y nos volvimos a refugiar en el coche. Acordamos, eso sí, volver.

La climatología había truncado nuestros planes. Decidimos pasar las horas pevias al partido en el pabellón y a base de cervezas fuimos entrando en calor. 1 hora y media antes nos dejaron acceder al recinto. Al menos dentro hacía calor y la atmósfera era de buen baloncesto. Un pabellón enorme, con capacidad para 12.000 personas. Precioso, la verdad. Será la sede principal del próximo Eurobasket, que se celebrará en el país balcánico en 2013.

En las instalaciones del pabellón

Después de las pertinentes fotos con la majestuosa instalación y ataviarnos para el partido -nos regalaron en la entrada unas camisetas blancas para apoyar al Union Olimpija-, los jugadores, uno por uno, fueron saliendo a calentar. Los ovacionamos, coreamos sus nombres, y la mayoría nos hizo caso y saludó. La acústica del pabellón era extraordinaria y se nos podía oír perfectamente. El más aclamado fue Juan Carlos Navarro, el MVP del pasado Eurobasket de Lituania. Como anécdota, mencionar que Union, el patrocinador del Olimpija, es una marca de cerveza. No está mal, pero me quedo con la Lasko, sin duda.

Con las camisetas de propaganda del Olimpija

El partido no tuvo mayor historia, un tanto descafeinado a raíz de la segunda mitad. El Olimpija de Ljubiana aguantó al cuadro catalán hasta el descanso. Luego, se vino abajo y el Barça tiró de oficio y recursos para irse en el marcador. El crack del partido fue el base del Regal Barça, Marcelinho Huertas. Y a Navarro se le vio solo a cuentagotas. Dejó destellos de su clase con tres triples, pero su equipo nunca necesitó de su mejor versión. El tanteador final refleja un elocuente 64-86.

De izquierda a derecha Lander, Ángel y yo

El viaje de vuelta fue más breve si cabe. Había ganas de llegar a casa. El sueño empezaba a hacer acto de presencia, pero la experiencia había merecido la pena: pasar un día haciendo algo diferente y ver nuestro primer partido de Euroliga en directo -con victoria de tu equipo- no se hace todos los días.



miércoles, 22 de junio de 2011

Wroclaw: la última aventura antes de partir a España


Wroclaw, ciudad histórica, al suroeste de Polonia, capital de la Baja Silesia, por la que confluye el río Oder, situada cerca de Cracovia, aunque no tan famosa cómo ésta, pero sí muy bella. La ciudad de las catedrales y los puentes. Esta ha sido mi última parada antes de emprender rumbo a España, el próximo sábado.

Marta y yo llegamos la tarde del sábado, pero aún había suficiente luz cómo para ver monumentos y echar unas cuantas fotos. La isla de la catedral (Ostrów Tumski) merece una mención especial, con sus numerosas iglesias góticas y puentes adornados por candados que sellan el amor de las parejas -tradición muy extendida y arraigada en toda Polonia-. Dimos una vuelta por la plaza de la universidad -la cual estaba en obras-, aunque no pudimos acceder al interior del edificio central porque estaba cerrado. La universidad de Breslavia data del siglo XVIII y fue construída por los jesuitas. Quedaba pendiente la visita para el domingo. Había salas realmente interesantes que no podían pasarse por alto. Me satisfizo disfrutar de una tarde tranquila con grata compañía, a las orillas del río Oder, contemplando simplemente el evocador atardecer de Wroclaw.

Edificio central de la Universidad
Luego, cuando anochecía, volvimos al centro, al ‘Stare Rinek’ (Plaza Mayor). Es la segunda más grande del país, solo por detrás de la de Cracovia. Muy bonita, y aunque era casi de noche, ya percibimos su encanto. Tiene otra plaza colindante, la de Sal, configurada por casas típicas de colores. Todas las plazas mayores de las ciudades polacas guardan cierta similitud. Cenita en una de las muchas terrazas que estaban abiertas a esas horas (sí, en Polonia también hay vida nocturna y cocina más tarde de las 23h.) y como curiosidad, revelar que cenamos en un bar español. Siempre es reconfortante comer algo de tu país cuando te encuentras tan lejos de casa. La comida, 'medallones de cerdo con patatas', la calificaría con un 7. No me esperaba gran cosa, y sin embargo, la calidad-precio era bastante razonable, teniendo en cuenta el sitio donde estábamos, etc. Un último paseo por la plaza y vuelta al hostel, previa compra de una pulserita con mi nombre en polaco: Jarek. No existe una traducción literal, pero es la más aproximada.

Catedral de San Juan Bautista
 A la mañana siguiente, la pereza se adueñó de nosotros, especialmente de mí. Me costó más de la cuenta levantarme. El día iba tomando la forma prevista. Sin prisas, sin agobios de ningún tipo, fuimos a ver lo que nos quedaba en el tintero. Pasamos por el viejo mercado y caí en la tentación de comprar algún souvenir de recuerdo. De vuelta a la universidad, visitamos la sala Leopoldina, el observatorio Marianum y una espléndida última planta, rematada por cuatro estatuas que representan la Filosofía, la Medicina, las Matemáticas y el Derecho. Además de una inmejorable panorámica de toda la ciudad. El sitio ideal para tomar fotos.

Comimos y nos fuimos con total tranquilidad a la estación. Todo había marchado como estaba previsto, y la vuelta a Poznan no iba a ser una excepción. Sin conocer los horarios para volver a casa, tuvimos la fortuna de llegar a la estación y comprobar que el siguiente tren hacia nuestra ciudad salía a la media hora.

Compramos el billete por algo más de 3 euros -es una verdadera delicia ser estudiante en Polonia por los descuentos que ofrecen en los transportes-, y  mientras esperábamos, coincidimos con un chico español, de Bilbao. Iba para Katowice, después de haber estado 3 meses en Wroclaw con un Erasmus práctica. Se ven españoles en todos lados. Nos comentó que los horarios oscilaban mucho y que los trenes podían sufrir cambios minutos antes de salir. Tenía razón. El panel que indicaba la hora de partida no reflejaba el andén del tren a Poznan. Decidimos ir directamente a los andenes que presuponíamos. Finalmente, lo cogimos sin mayores problemas. No me ha pasado casi nunca, pero al parecer es algo habitual este desconcierto en las estaciones polacas.

En el Stary Rynek

En el fondo echaré de menos los trenes polacos. Afortunadamente en esta ocasión la distancia no era demasiada: apenas 150 kms, pero que los hicimos aproximadamente en 3 horas. Fue ameno, sobre todo porque como de costumbre, dormimos durante buena parte del mismo. Buena compañía, eso también influye en la percepción del tiempo…

jueves, 2 de junio de 2011

Juwenalia: el placer de beber al aire libre en Poznan


La traducción de Juwenalia sería algo así como posibilidad de asistir a muchos conciertos al aire libre de manera gratuíta y con diversión garantizada. Un poco extensa y abstracta, sí, pero no tiene una traducción literal, y después de consultar algunas fuentes polacas, es la que he considerado más apropiada. Este evento, destinado inicialmente a los estudiantes de la universidad, se ha ido finalmente extendiendo y actualmente acoge a personas de todo tipo. Ha tenido lugar el pasado fin de semana en Poznan, mi ciudad de acogida, y se ha prolongado durante 4 largos días: de jueves a domingo. Pero debo admitir que, es una fiesta -que sin tener carácter nacional-, se celebra en todas las grandes ciudades polacas por estas fechas.

Comenzó el jueves 29 con el tradicional desfile desde la Plaza de Adam Mickiewicz. Toda la gente se dio cita ahí para ir andando en dirección al parque. La información nos llegó a través de eventos en Facebook, correos, anuncios por toda la ciudad, etc.






Y, aunque pueda parecer que la fiesta fue de más a menos, nada más lejos de la realidad. El domingo, quizá por ser la despedida, era el día que probablemente hubo más gente. Este acontecimiento anual tiene lugar en estas fechas y conmemora el año universitario, justo antes del período de exámenes. Es la última alegoría a la fiesta, previa al exigente calendario de tests finales.

Por supuesto, mis amigos y yo asistimos los 4 días. La fiesta se reduce a una gran explanada de césped. Como en mis tiempos de estudiante en la Universidad de Valladolid, nos cargamos de cerveza y/o calimocho. Éste último, por supuesto, por estas tierras no lo conocen. Alguno de mis amigos y yo en particular, éramos los únicos que portábamos dicha bebida. 

La mayoría de la gente -estudiantes polacos y demás Erasmus- bebía cerveza. El inconveniente que le pusimos en general todos -acostumbrados a nuestras fiestas españolas donde se puede beber en los campus- es que no se podía entrar al recinto con bebidas. Había guardias vigilando y era bastante complicado colarlas. Pero todo tiene una explicación: dentro había puesto para que consumiera quien quisiera, carpas con barras donde se servía cerveza, y puestos de comida, ¡había incluso uno helados! Algún rédito le tenía que sacar la organización…

Por tanto, la gente bebía fuera, como si de un botellón español se tratase. Eso si, los españoles son los que más retrasábamos la hora de entrar, por supuesto. Hubo algún día que nos encontramos prácticamente solos bebiendo en la calle y a escasos metros, cientos de personas paseando y sentadas en mesas bebiendo. Todo muy bien regido, bastante controlado; incluso la zona de los conciertos estaba separada de las carpas (las de la zona de baile y de los bares).

Había un nuevo registro para acceder a ella, puesto que en la explanada que daba acceso al escenario y a los conciertos, la gente no podía beber. Eso acarreaba más limpieza; todo lo contrario de lo que recuerdo en las fiestas de facultades en Valladolid. Bastante caóticas. Un aspecto en el que los polacos son más ordenados y civilizados que los españoles: organizando fiestas. Quizá no con la misma frecuencia, ni con la misma intensidad o pasión, pero no reina tanto el caos.
Bebiendo en la calle anexa al recinto
Aprovecharé para mencionar un dato que se me ha pasado por alto hasta ahora. No he contado aún que los polacos celebran la mayoría de las fiestas reunidos en casa, en casa de algún amigo, peor suelen beber en casas; como está prohibido en la calle, y normalmente hace mucho frío, se recogen en los hogares de alguien. Son sus fiestas fetiches. Una tradición muy diferente a la nuestra, que deseamos salir a la calle a hacer típico ‘botellón’.

Después de 4 días, el balance que hago es muy positivo, la última gran fiesta que nos podíamos dar. Ahora, toca estudiar, no tanto nosotros, sino los polacos y polacas; éstas últimas que son las que nos interesan especialmente. Por cierto, conocimos a algunos españoles con los que no habíamos coincidido hasta ahora. Ya es raro tras un año aquí, y aunque somos en torno a 200, siempre hay gente que no has conocido. Y es que parece que finalmente hay más compatriotas de los que pensábamos. Estos eventos siempre te dan la oportunidad de conocer más a fondo a mucha gente que te sonaba simplemente de vista y son momentos para rememorar historias y contar batallitas.


domingo, 29 de mayo de 2011

Parte 3: Odessa


Llegamos a la estación de Odessa, con muchísimas ganas de playa -las cuales deberían esperar-, y nos quedamos esperando a un chico que conocimos por ‘couchsurfing’. No venía a recogernos, por lo que decidimos buscar un hostel por nuestra cuenta –tarea que resultó arduo complicada-. Desvencijados, tras dos horas caminando, encontramos uno; y sin pretenderlo, habíamos llegado al que leí en un foro como muy recomendable. Pura casualidad. Buena suerte. Apuntaba bien la ciudad. Dejamos nuestras pertenencias y nos fuimos a dar una vuelta. Quedamos con un español (amigo del chico de CS) para que nos enseñara parte de la ciudad. Le esperamos en la ópera y nos dirigimos a Prymosky boulevard, la calle peatonal más importante de Odessa, con el ayuntamiento y las famosas escaleras donde se rodó El acorazado Potemkin, allá por el año 1925.

Escaleras Potemkin
Están coronadas por la estatua del primer gobernador de la ciudad, Richelieu. Las escaleras son enormes, cuentan con diez descansillos y llega hasta las inmediaciones del puerto. Desde arriba se ven los barcos, el mar y lo curioso es que se van ensanchando según bajas. En la parte alta parece que tienen la misma anchura, pero según avanzas, dista mucho de las primeras a las últimas. Otro dato peculiar es que desde la parte alta sólo se ven los descansillos y desde abajo, las escaleras. A la vuelta, vimos varios edificios de estilo neoclásico y echamos unas cuantas fotos a la columnata del palacio Vorontsov y a la estatua de Catalina La Grande de Rusia, la fundadora de la ciudad, que contó con la colaboración del español José de Ribas; quién expulsó a los turcos de este territorio. Odessa tiene poco más de dos siglos de historia, pero hoy en día es uno de los puertos más importantes del Mar Negro.


Catalina II La Grande
Por la noche fuimos a cenar a casa de Leonardo, un chico ecuatoriano que habíamos conocido por couchsurfing, y allí nos juntamos con su compañero de piso, Adam, de Alabama (EE.UU), otro ucraniano y un italiano. Buen ambiente. Buen vodka, una mezcla muy original, con un toque de canela que lo hacía especial. Al parecer, es típico de Odessa. La velada se alargaba más de lo previsto, pero nosotros teníamos la intención de salir de fiesta. No era momento de apalancarse.
Solo estaríamos un día en Odessa y queríamos ver la ciudad por la noche. Cogimos un taxi y el taxista local pretendió engañar a los extranjeros de turno. Intentamos abaratar el precio, le señalamos en el mapa dónde queríamos ir y le explicamos que la distancia no era demasiada; hicimos incluso el amago de irnos, pero no cedió y la cuantía ascendió a 70Hvryna, unos 6 euros. (1 Euro= 11,3 Hryvna ). De todas maneras 6 euros por ir a la otra punta de la ciudad nos pareció bastante económico; las discotecas estaban bastante alejadas y el precio me pareció más que razonable, aunque nos dijeron posteriormente unas chicas (Irina y su amiga, jeje) que era un precio desorbitado. A la vuelta, negociaron ellas y la carrera no bajó de 60. La conclusión es que no nos habían tomado por bobos en la ida.

Gran fondo de pantalla





El gran puerto de fondo
Entramos en la discoteca ‘Ibiza’. Genial. La mejor discoteca que habíamos visto en el Este, y probablemente en nuestra corta vida. Piscina en medio, chicas espectaculares, varias salas, gogos, buena música, ambiente elegante, muchos reservados, mesas individuales con sus cachimbas, varios dj’s con sus respectivos estilos musicales, y todo acompañado por el aroma de encontrarse en plena playa.

La entrada -180 Hrivnas-, estaba justificada. Es lo más parecido a Ibiza fuera de nuestras fronteras. Aunque Mikonos y Dubrovnik deben guardar cierta similitud. Pero la belleza exótica de esta zona, es insuperable. Además era el día de apertura, se nota que el verano ya se deja sentir por aquí.


Dormimos unas pocas horas y nos levantamos para ir a comprar el billete de tren de vuelta a Poznan. Y, después de un auténtico quebradero de cabeza porque la señora de la oficina internacional no hablaba ingles, conseguimos hacernos entender y pagar lo menos posible por el billete de vuelta a casa. Tras 4 transbordos, llegaríamos a Poznan por algo menos de 50 euros y algo más de 30 horas de tren.

Columnata Palacio Vorontsov
Tras una hora de negociación y nulo entendimiento, nos dirigimos a la playa. Hay que remarcar que el billete en tranvía es de 1Hrivna. O sea, 0,08 cents de euro, irrisorio. En el bus se dejaba al final, cuando bajabas, pero observamos parecía que la gente lo dejaba más bien como propina. Nosotros, salimos por la puerta trasera. Buen tiempo en la playa de Arkadia, considerada la mejor zona. Hacía unas escasas horas habíamos estado ahí de fiesta. Señoras vendiendo cerveza y otras  pescados, costumbres que no difieren mucho de las nuestras. Esta zona, el sur de Ucrania, y sobre todo la parte costera, es la más desarrollada del país, la más europeizada.

                                                        Video que resume el viaje

Un bañito en el Mar Negro -poca gente puede estar de Erasmus y decir que se ha bañado en estas costas-, una cervecita en una coqueta terraza y vuelta al hostel para coger las maletas y poner rumbo a la estación. Llegamos bien de tiempo y para nuestra sorpresa nos encontramos con que el tren contaba con camas. Un buen final para el largo viaje de vuelta que nos esperaba.


El grupo Hurts actuó un mes más tarde en Ibiza, la discoteca donde estuvimos. Un pequeño homenaje.

Como experiencia la evaluaría con un 7 ó 8.  El única pero, el inglés.

jueves, 26 de mayo de 2011

Parte 2: Kiev (segundo día)


Al día siguiente nos despertamos bastante tarde y nos quedamos sin ver las catacumbas del monasterio cristiano ortodoxo del siglo XI Pechersk Lavra. Cerraban a las 16.30. El resto del recinto sí que lo vimos. Fuimos al centro, una vuelta por la Plaza de la Independencia y quedamos con unas chicas que habíamos conocido por ‘couchsurfing’ para tomar algo y que nos enseñaran parte de la ciudad: la catedral de Santa Sofia (Patrimonio de la Humanidad), la de Mihael, o un bonito mirador. Todo ello, cerca del centro; se puede ir caminando por los alrededores del casco histórico de la ciudad. He de mencionar que nos quedamos un tanto sorprendidos con el metro de Kiev, que posteriormente constatamos que era el de mayor profundidad del mundo, o uno de los que más.


Campanario de Santa Sofía




Iglesia Andrevski









Dejamos a estas chicas y nos fuimos con otra con la que también habíamos contactado -todo ello a través del coachsurfing- para que nos mostrara algo que nos quedara por ver, como la calle Andrevski, con los comercios artesanales, y su plácida iglesia al lado. Después, cenamos en una agradable pizzería cerca de la zona universitaria. Hay varios campus en la capital. La guapa Irina nos pormenorizó algunos detalles, como lo que pagaba por su estancia en una residencia universitaria: 30 euros/mes; pero sin embargo la matrícula a los ucranianos les sale por 3000 euros. A la noche nos tomamos una cervecita -de medio litro, por supuesto, no destilan de otra clase por estas zonas-, y a descansar, que nos tocaba madrugar al día siguiente para coger el autobús a Odessa.

Más bien era un minibús. Sin ticket ni nada, se cogía en la estación de tren, en los aledaños de la entrada principal; todo el mundo sabía donde y parecía no haber mayores problemas, salían con frecuencia, cada dos horas; llegamos a las 8a.m. e hicimos tiempo desayunando en el Mcdonald. Buenísimas las hamburguesas, muy completas. También era muy barato, como todo lo demás; pero sobre todo, hay que resaltar la diferencia con respecto a otros. ¡También hay mejores y peores Mcdonalds!


Lenin y una de sus citas arengando a la prole


Catedral de Santa Sofía


Respecto al autobús, nos montamos, dejamos la maleta, pagamos y no recibimos ningún ticket a cambio, ni nada parecido; de hecho, hizo una parada más -en las afueras de Kiev- antes de poner rumbo a Odessa y nos temimos que nos pidieran de nuevo el dinero, por ser extranjeros y querer aprovecharse de nosotros. Finalmente no fue así y nos pasamos la mayor parte del trayecto durmiendo. ¡Menuda carretera! Muy mal asfaltada, con muchísimos baches. Se ve que el estado no invierte -o no tiene- para sufragar estas necesidades. Le quedan 10 ó 15 años para asemejarse a Polonia.



   
Catedral Mihael


Para los interesados en la vida nocturna de la ciudad: Vodka Bar, con entrada gratuita, Shooters (Miércoles); el 44,un pub agradable para tomar algo y con frecuentes conciertos (en la avenida principal, la del Ejército Rojo); y el Patipa, una discoteca (Jueves).