viernes, 25 de febrero de 2011

Típico viaje por centro Europa: Budapest, Bratislava y Praga

Después de casi dos años he rescatado este videoblog -y por ende me he visto en la obligación moral de escribir su correspondiente post-, una pequeña pieza que, si bien no resume todo el viaje, sí que ayuda a entenderlo. Vimos Budapest, Bratislava y Praga, por este orden.

En Budapest, fuimos a las archiconocidas termas, pero de noche, a la fiesta. Alrededor de 30 euros nos costó, más en puerta, como era de suponer. He de decir que la fama que se les presupone dista mucho de la realidad. No lo llamaría decepción, porque es una experiencia que merece la pena vivir, pero todo lo que se cuenta sobre ellas es un poco leyenda. De hecho, "solo" aguantamos hasta las 2 de la madrugada. Se podía beber cerveza en el agua, las pelotas de playa volaban de un lado a otro, hubo pirotecnia en la piscina, otra sala con termas más calientes y el dinero se guardaba acuática. Se podía dar juego, pero, como casi siempre, la ficción supera a la realidad. Tras hartarnos un poco de tanta agua, nos fuimos a "La Isla", a unos poco kilómetros a las afueras de Budapest, donde se encontraban las grandes discotecas y los after.

El taxista intentó timarnos al notar que éramos extranjeros, pero se equivocó de clientes. Nos bajamos del coche y lo dimos lo que nos parecía razonable. Nos voceó desde el coche pero ya era tarde. Nosotros seguimos a lo nuestro. El día anterior estuvimos en el Morrison, que no estaba mal. En el centro de la ciudad y con un buen ambiente...aunque había bastantes españoles, al igual que el día siguiente en las termas. Copamos todos los sitios.


Perdonand que solo haya comentado la Budapest nocturna, pero es el recuerdo que tengo más presente. Claro que vimos el Parlamento, pero desde arriba, desde la colina de Buda, a la que llegamos en un tour guiado. Creo que es la parte de la ciudad que merece más la pena. También anduvimos varias veces por el famoso Puente de las Cadenas, el más antiguo de los puentes que unen las dos ciudades Buda y Pest (1849), pero que fue derrumbado por los alemanes en la II Guerra Mundial y reconstruido posteriormente en 1949.

No tan famoso como el primero, pero igual de reconocible que este es el Puente de la Libertad. Bajando desde Buda pasamos por el mercado de Pest y algunos edificios que sirvieron de cuarteles para los alemanes durante la ocupación húngara.



Antes de cerrar el capítulo de Hungría, me gustaría hacer una recomendación. No dejen de probar la cerveza Soproni. Una de las mejores del Europa, al menos para mi paladar.



La siguiente parada Bratislava. Una ciudad pequeña, la capital de Eslovaquia, pero que ni siquiera llega al millón de habitantes. Fuimos porque caía de paso, y porque se votó entre todos. La otra opción era Viena, pero sería más caro y nos decantamos por ésta. Lo más destacado, el castillo que preside la ciudad. Junto al mismo hay jardines y unas bonitas vistas. A lo lejos, aparece la Torre del puente nuevo, llamado coloquialmente ovni, por su forma oval y la altura que tiene. Y ya en el centro de la ciudad, la plaza donde se encuentra el ayuntamiento, con alguna estatua curiosa en las calles paralelas. Poco más que decir. Un año después la visitaría de nuevo, cuando residí en Maribor (Eslovenia) y tampoco vi mucho más, pero sí que tuvimos fortuna eligiendo el sitio de fiesta, cosa que en esta ocasión nos faltó.

 

Diego y yo intentamos salimos antes que el resto (como casi siempre) pero no dimos con ningún bar o pub abierto. Todo cerrado o sin ningún ambiente. En su defensa hay que decir que era un lunes, quizás es el peor día de la semana, pero la verdad es que nos defraudó bastante. Aunque siempre hay alguna anécdota que contar... Resulto que entramos en un bar y vimos a dos chicas (una mejor que otra, todo hay que decirlo), que no dieron coba, pero estaban con el típico pagafantas. No pintaba absolutamente nada con ellas, pero les estaría invitando a copas...Diego y yo nos planteamos quedarnos con ellas...pero vino a nuestra mente la película de Hostel, que se rodó aquí, entre otras localizaciones, y descartamos la opción.


Preguntamos a un grupo de chicos y chicas que había en un establecimiento de comida rápida pero ni caso. De hecho, nos respondieron mal. Otra mala señal; y para colmo me pilla la policía orinando. Nos querían sancionar, nos hablaban de 50 euros (en Eslovaquía había euro, sí). Pero, a veces, hacerse el guiri funciona. Diego sacó el mapa, preguntó algo y nos dejaron irnos. Un poco de suerte no viene nunca mal. Nos volvimos al hostel -al real, no al de la peli- y de camino vimos cómo un hombre solitario nos seguía. O eso nos pareció. Era ya algo piscológico, la cinta nos había hecho mucho daño.




Unos meses más tarde volví -como dije unos párrafos más arriba- a Bratislava. Y casualmente fue un lunes. Pero nada que ver con esta visita. El turismo nocturno no defraudó. Incluso me atrevería a decir que sumó. Para todo aquél que se pase por aquí y le apetezca salir de marcha, le aconsejo el pub Spirit. Hay un par de ellos. El más céntrico cierra antes, pero luego permanece abierto este otro.

Como os contaba, emprendimos rumbo a Praga, el último destino de una semana muy completa. Era jueves y jugaba el Liverpool contra el Sparta de Praga. Os cuento esto porque este pasaje aparecerá dentro de unos párrafos. No seáis impacientes, aunque os podéis imaginar de qué se trata...no os dejo pensar más. Os lo anticipo ya. Diego y yo fuimos al Mouling Rouge y conocimos a unas americanas. Bueno, en realidad solo era estadounidense una de ellas; la otra era rusa. Ese fue un buen aliciente para convencer a Diego de que me dejara ligarme Mary-Jo, pero entre unas cosas y otras llegó la afición red y las acaparó.

El río Moldava con el castillo al fondo

Plaza de Wenceslao
Praga la anduvimos como corresponde. Se convirtió en mi ciudad favorita de Europa, junto a Cracovia. Vimos la Plaza de la Ciudad Vieja, el reloj astronómico del ayuntamiento (construido en 1410), las calles colindantes,  El Puente de Carlos, el Castillo de Praga (del siglo IX) y su Catedral de San Vito, la Plaza de Wenceslao -otro de los centros turísticos y donde comimos nada más llegar; en un KFC, para más señas-, además de edificios singulares como la Casa Danzante (de estilo contemporáneo), o la estatua en homenaje al gran escritor Kafka (que lo fue a pesar del empeño de su padre en que fuera abogado; y se encuentra en el barrio judío). Este barrio permanece casi intacto por un gesto más de arrogancia y despotismo de Hitler, que no quiso derribarlo para que las siguientes generaciones vieran y se rieran de cómo vivían los judíos.


Una de las grandes atracciones de Praga, el reloj astronómico
La plaza de la Ciudad Vieja

 Llegó la noche y con ella el turismo nocturno, como le gusta denominarlo a Diego. Praga es una ciudad muy animada. La plaza de Wenceslao siempre está muy ambientada y tiene varios puestos de hamburguesas muy baratas recomendables a cualquier hora del día. No faltan los relaciones públicas de color que ofrecen pases y venden entradas para los cabarés, bares de variedades...todo enfocado al turista. Desde el hostel nos indicaron un sitio al que ir, una discoteca donde había ambiente universitario, o eso se intuía desde fuera.



Aunque tras varias consultas con la gente que salía del bar declinamos entrar. Unas chicas aparentemente amables nos indicaron otro pub al que dirigirnos. Éste resultó, a la postre, ser un puticlub (no es broma). Menos mal que la entrada no fue cara...no duramos mucho tiempo ahí. La última noche había que visitar otro emblema de la ciudad, la Karlovy Lazne. Más púrpura que otra cosa. Una pequeña decepción. Nos sorprendió hasta el poco precio de la entrada. Quizás no era el mejor día, pero la que un día fue la discoteca más grande del este de Europa solo conservaba el aroma. Recorrimos las 4 plantas de arriba a abajo, pero no vimos nada decente. Sí que había fotos colgadas en las paredes de los célebres dj's que habían pisado el club. A decir verdad, no recuerdo ni siquiera si la música era buena.

Estatua Memorial a Franz Kafka
Resumiendo, a lo mejor no he llegado a transmitir con palabras lo que uno siente cuando pasea por la capital de la República Checa. El río Moldava, de extenso caudal, y que separa las dos partes de la ciudad, le da un aire aún más conmovedor, más romántico. Una ciudad de leyenda, mágica, que te enamora nada más llegar. Tiene un encanto muy particular, cada rincón es un mundo nuevo y perderse entre las callejuelas del centro es un placer. A pesar de que anochezca, este paradigma de ciudad medieval siempre irradia luz.
Un must para cualquier viajero que se precie.




Entrada al castillo de Praga, del siglo IX
Catedral de San Vito, en el Castillo

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