miércoles, 22 de junio de 2011

Wroclaw: la última aventura antes de partir a España


Wroclaw, ciudad histórica, al suroeste de Polonia, capital de la Baja Silesia, por la que confluye el río Oder, situada cerca de Cracovia, aunque no tan famosa cómo ésta, pero sí muy bella. La ciudad de las catedrales y los puentes. Esta ha sido mi última parada antes de emprender rumbo a España, el próximo sábado.

Marta y yo llegamos la tarde del sábado, pero aún había suficiente luz cómo para ver monumentos y echar unas cuantas fotos. La isla de la catedral (Ostrów Tumski) merece una mención especial, con sus numerosas iglesias góticas y puentes adornados por candados que sellan el amor de las parejas -tradición muy extendida y arraigada en toda Polonia-. Dimos una vuelta por la plaza de la universidad -la cual estaba en obras-, aunque no pudimos acceder al interior del edificio central porque estaba cerrado. La universidad de Breslavia data del siglo XVIII y fue construída por los jesuitas. Quedaba pendiente la visita para el domingo. Había salas realmente interesantes que no podían pasarse por alto. Me satisfizo disfrutar de una tarde tranquila con grata compañía, a las orillas del río Oder, contemplando simplemente el evocador atardecer de Wroclaw.

Edificio central de la Universidad
Luego, cuando anochecía, volvimos al centro, al ‘Stare Rinek’ (Plaza Mayor). Es la segunda más grande del país, solo por detrás de la de Cracovia. Muy bonita, y aunque era casi de noche, ya percibimos su encanto. Tiene otra plaza colindante, la de Sal, configurada por casas típicas de colores. Todas las plazas mayores de las ciudades polacas guardan cierta similitud. Cenita en una de las muchas terrazas que estaban abiertas a esas horas (sí, en Polonia también hay vida nocturna y cocina más tarde de las 23h.) y como curiosidad, revelar que cenamos en un bar español. Siempre es reconfortante comer algo de tu país cuando te encuentras tan lejos de casa. La comida, 'medallones de cerdo con patatas', la calificaría con un 7. No me esperaba gran cosa, y sin embargo, la calidad-precio era bastante razonable, teniendo en cuenta el sitio donde estábamos, etc. Un último paseo por la plaza y vuelta al hostel, previa compra de una pulserita con mi nombre en polaco: Jarek. No existe una traducción literal, pero es la más aproximada.

Catedral de San Juan Bautista
 A la mañana siguiente, la pereza se adueñó de nosotros, especialmente de mí. Me costó más de la cuenta levantarme. El día iba tomando la forma prevista. Sin prisas, sin agobios de ningún tipo, fuimos a ver lo que nos quedaba en el tintero. Pasamos por el viejo mercado y caí en la tentación de comprar algún souvenir de recuerdo. De vuelta a la universidad, visitamos la sala Leopoldina, el observatorio Marianum y una espléndida última planta, rematada por cuatro estatuas que representan la Filosofía, la Medicina, las Matemáticas y el Derecho. Además de una inmejorable panorámica de toda la ciudad. El sitio ideal para tomar fotos.

Comimos y nos fuimos con total tranquilidad a la estación. Todo había marchado como estaba previsto, y la vuelta a Poznan no iba a ser una excepción. Sin conocer los horarios para volver a casa, tuvimos la fortuna de llegar a la estación y comprobar que el siguiente tren hacia nuestra ciudad salía a la media hora.

Compramos el billete por algo más de 3 euros -es una verdadera delicia ser estudiante en Polonia por los descuentos que ofrecen en los transportes-, y  mientras esperábamos, coincidimos con un chico español, de Bilbao. Iba para Katowice, después de haber estado 3 meses en Wroclaw con un Erasmus práctica. Se ven españoles en todos lados. Nos comentó que los horarios oscilaban mucho y que los trenes podían sufrir cambios minutos antes de salir. Tenía razón. El panel que indicaba la hora de partida no reflejaba el andén del tren a Poznan. Decidimos ir directamente a los andenes que presuponíamos. Finalmente, lo cogimos sin mayores problemas. No me ha pasado casi nunca, pero al parecer es algo habitual este desconcierto en las estaciones polacas.

En el Stary Rynek

En el fondo echaré de menos los trenes polacos. Afortunadamente en esta ocasión la distancia no era demasiada: apenas 150 kms, pero que los hicimos aproximadamente en 3 horas. Fue ameno, sobre todo porque como de costumbre, dormimos durante buena parte del mismo. Buena compañía, eso también influye en la percepción del tiempo…