domingo, 18 de noviembre de 2012

Paso fugaz por Edimburgo

Reanudo mi actividad para contar el viaje que hice hace a Edimburgo. Tras disfrutar con el partido del Barça en Glasgow -a pesar de la derrota- cogí el autobús urbano que me dejó en la estación de autobuses, desde donde tomaría el autobús hacia Edimburgo. Allí me esperaba un amigo de la residencia de Valladolid, Fernando Serrano, Willy para nosotros. 1 hora y pico que me pasé durmiendo. Era más de medianoche y a mí me costó dios y ayuda salir del autobús y espabilarme. Quedé con Fer y fuimos a su casa a dejar mi mochila. Nos acicalamos un poco y de fiesta a la calle que se hacía tarde.

El reputado filosofo y economista Adam Smith




Catedral de St. Giles

Deacon Brodie, un burgués con una doble vida
Primero, unas cervezas en un bar de música en directo y casi corriendo a otro pub con ambiente estudiantil. De hecho, me veía demasiado mayor para la media de edad del local. El único problema que tiene Edimburgo -como Londres y en general el Reino Unido- es la premura con la que cierran los bares. Las 3 AM es la hora límite. No nos acabaremos de acostumbrar a este horario... Pero mereció la pena, unas risas, una borrachera leve y a la camita, que había que hacer turismo al día siguiente.

A pesar de llevar ya dos meses en la ciudad, Fer prefirió que hiciéramos el Free Tour. Nos contaron la historia de Escocia, sus disputas con Inglaterra y sus intentos por tener más autonomía. Y es que Escocia tiene cierta libertad y ahora está pendiente de la aprobación de un referéndum en 2014 para su independencia.

Empezamos la ruta en la Royal Mile (Milla Real). La arteria más popular de la ciudad. Tiene una longitud de 1814 metros, lo cual da origen a una medida singular, la milla escocesa. A lo largo de esta vía se pueden apreciar gran parte de los atractivos turísticos de la Atenas del Norte, bautizada así por su parecida topografía y por la sabiduría que brotaba de los intelectuales que aquí desarrollaron su actividad: David Hume o Adam Smith, entre otros. Así vemos, la foto del economista e ilustrado Smith en pleno centro neurálgico de la ciudad, al lado de la catedral de St. Giles. Aunque a mí, la verdad, me recordaba más a Praga y sus melancólicas calles que a la capital helena, quizás porque no he estado en ésta última.

Nos dirigimos hacia el castillo, que nos lo enseñaron de lejos y luego nos acercamos a tomar unas fotos. La foto de fondo es la Universidad, el edificio en el que se inspiró J.K. Rowling para diseñar el Hogwarts.

Al final de la Royal Mile, en Abbey Strand, se encuentran el Parlamento escocés, de arquitectura muy moderna, nada que ver con el diseño medieval que luce el resto de Edimburgo. A unos metros de este edificio se levanta el Palacio Holyrood, residencia oficial de la Reina de Inglaterra en Escocia. Echamos unas fotos desde fuera y ya está. Había que pagar no recuerdo cuánto, pero se salía de nuestro presupuesto; al giual que por la entrada al castillo. Así que nos contentamos con unas fotos desde el exterior. Más o menos me sirvió para hacerme una idea de lo que escondía en su interior. De todos modos, en la próxima visita a la ciudad -supongo que para verano, en agosto, con motivo del Festival Internacional- intentaré entrar en los enclaves que me quedan pendientes. El castillo es un must, al parecer; y el Palacio de Holyrood tiene un encanto medieval inigualable.

El hambre apretaba y fuimos a comer a un restaurante asequible para nuestros bolsillos. Yo me pedí unos haggis, un plato típico escocés, desagradable a la vista pero muy apetitoso para el paladar. Este manjar se compone de puré de patata, carne de hígado y otro condimento más que no recuerdo y lo que le da un sabor especial es el whisky con le que se baña. Sin lugar a dudas, recomiendo probarlo a todo aquél que se precie a viajar por estos lares.

Willy y yo en el castillo
Haciendo ya la digestión, pasamos por el monumento a Scott, una gran torre erigida en pleno centro de la ciudad. Tan bien ubicada que hasta me costó tomar una foto por los transeúntes que paseaban por la calle. Dejando a un lado este monumento, seguimos caminando hasta llegar a la colina de Calton, desde donde se disfruta de las mejores vistas de la ciudad. Aquí se alzan varios monumentos que recuerdan a la Acrópolis y cobra sentido el sobrenombre de Atenas del Norte. Las pertienentes fotos y a relajarse al centro comercial Sant James. Una rápida visita, para hacer tiempo más que nada, y de vuelta a la estación para poner rumbo a Londres.

Vistas desde el castillo al colegio que bautizó J.K. Rowling como 'Hogwarts'



Una de las famosas siete colinas
Un viaje muy fructífero. Visita a un amigo, vistas dos ciudades más en apenas dos días y un gran partido de fútbol. ¿Se puede hacer más en menos tiempo?

La cafetería donde J.K. Rowling escribió Harry Potter
Palacio de Holyrood




Edimburgo, ciudad señorial

Vistas desde la colina de Calton

martes, 13 de noviembre de 2012

Cuando la pasión por unos colores se traduce en un viaje de placer: Glasgow

Todo viaje tiene un aliciente y este no iba a ser una excepción. El objetivo, disfrutar de una jornada futbolera en Glasgow -una de las cunas balompédicas- de la mano de los chicos de Tito Vilanova. Unas horas que dieron mucho de sí.

Si bien es verdad que la travesía no era muy embarazosa -dada la cercanía del destino (5 horas en tren)-, no es menos cierto que los barcelonistas congregados en Glasgow tenían compromisos y obligaciones laborales ineludibles. La producción y el capitalismo en Londres no pueden permitirse un respiro. Ahí radicaba la dificultad de la expedición. Pero ver al club de nuestros amores en el extranjero pudo con todo eso.

George Square

Glasgow, a pesar de ser la ciudad con más población de Escocia, no es precisamente la más bonita. Ese honor recae en su vecina Edimburgo. Aún así, Glasgow tiene algunos puntos de interés como La Catedral de San Mungo -del siglo XII-, que a pesar de haber sufrido varias reformas a lo largo del tiempo, es la única que permanece imperturbable desde el siglo XVI en todo el país.


Junto al templo catedralicio, destaca la necrópolis que se erige sobre una colina rocosa. Un cementerio de estilo victoriano y donde reposan más de 50.000 tumbas. Muchas de las cuales homenajean a militares escoceses que combatieron junto al ejército inglés en diversas guerras. 








En el otro vértice de la ciudad se asienta la Universidad, que data del siglo XV, aunque no siempre fue esta su ubicación. Originalmente se situó junto a la catedral. Actualmente es una de las universidades de más renombre en el Reino Unido.

Vistas las principales atracciones turísticas, algunos peñistas confraternamos con los aficionados del Celtic en una galería engalanada especialmente para la ocasión, provista además de restaurantes, proyectores de televisión que retransmitían duelos anteriores entre ambos conjuntos y tiendas donde adquirir productos de los dos contendientes.



Sureños por el mundo xD
















El hermanamiento con los aficionados locales a lo largo del día fue modélico. Un placer convivir con una afición así. Resultó ejemplar el trato que nos dispensaron, sin altercados ni convulsiones, muy acogedores, cómplices y hospitalarios con los visitantes. Esto pone en tela de juicio cualquier enfrentamiento que se produce en el mundo del fútbol por conflicto entre dos aficiones, ya que este partido tenía rango de alta alcurnia como el que más y no se excedieron de los parámetros lógicos de civismo. La educación y el buen hacer no están reñidos con la fidelidad por un equipo.

Integrantes de la Peña del Barça de Londres a la salida del bar  
Se acercaba la hora del encuentro y los peñistas nos reunimos en la Canting House, un espacioso bar en torno a la George Square, la plaza de San Jorge, un punto de encuentro en el centro de la ciudad, de fácil acceso para todos. Era hora de poner rumbo al estadio. 





Los casi treinta peñistas desplazados a Glasgow nos dirigimos en metro hacia Celtic Park (la casa de los católicos del Celtic) una hora antes del inicio de la velada para cumplir con los rituales y preparativos previos.





Con el mito del Celtic, Jimmy Johnstone


El ambiente del estadio rezumaba el olor a una noche épica, de ésas que solo se viven en templos del fútbol como éste. Un campo repleto, ondeando las bufandas al ritmo del celebérrimo cántico You’ll never walk alone, coreado desde  lo más profundo del alma. Ese ambiente de mística que nos describen desde las emisoras los periodistas en tantas ocasiones se hizo realidad al experimentarlo en primera persona, desde la esquina del campo donde nos situaron a los aficionados del Barça.


La calurosa atmósfera que se respiraba dentro de CelticPark, ése ambiente ensordecedor, el fútbol visto desde su esencia más pura, donde el público juega un papel decisivo, era simplemente fascinante. Y el clímax llega con el pitido inicial: Atronadora ovación, estruendosos cánticos y un sinfín de coreografías. Todo ello bien orquestado y desde el respeto al rival.

Álex, Alberto y yo apoyando al Barça

Álex, Alberto, yo, y Christian, de izquiera a derecha

Celtic Park engalanado como en sus mejores días
El Celtic de Glasgow se adelantó en el marcador y puso tierra de por medio con un segundo tanto a menos de diez minutos para la conclusión. Messi, en las postrimerías del partido, logró el 2-1 y dio esperanzas a los suyos, pero ya era tarde. 




Los 60.000 feligreses llevaron en volandas a sus jugadores para no desfallecer, para aguantar las embestidas finales del Barcelona, alentándolos y sosteniéndolos para firmar una victoria legendaria, conmemorando el 125 aniversario de la fundación del club.






Los jugadores calentando

Pero lo mejor aún estaba por llegar. La prueba fue que al término del choque los seguidores célticos regalaron e intercambiaron enseres con los azulgranas. Una muestra más de la comunión entre ambas aficiones. El resultado fue lo de menos.

El You'll never walk alone manda



miércoles, 10 de octubre de 2012

Al fútbol en Londres

Hicimos la previa en un bar a unos 200 metros del estadio del West Ham, Upton Park. Como no podía ser de otra guisa, la cerveza corría a mares minutos antes de entrar al campo. Y nosotros, para no desentonar, nos adaptamos a las costumbres locales. El objetivo que nos propusimos era entrar chispados al campo, y doy fe que lo conseguimos.

Así se ve el fútbol con otros ojos. Yo, que iba a Zorrilla a ver el Pucela tranquilamente -típico come pipas, a disfrutar, sin más-, hiciera frío o nevara, con mi amigo David, y cuando éste se ausentaba, con Dani. Pues el primer partido que veía en Inglaterra lo miré con otros ojos. Por lo menos los primeros minutos; que por otro lado, fueron los más entretenidos. Dos goles en los primeros compases del choque y emoción a raudales.

En la Academia del Fútbol Inglés





Aunque se trataban de un partido de Carling -actual Capitol One League; el marketing acabará por desnortar al fútbol- el ambiente debía ser parecido al de la Premier. El estadio estaba casi lleno, y solo se veían algunas calvas en ciertas zonas. Me sorprendió, la verdad, gratamente que los feligreses acudieran en masa a un partido de una competición menor.

Bien es cierto que, para que quede constancia, el West Ham es un equipo de barrio; con mucha historia pero de barrio. Es el orgullo del este de Londres (como bien rezaba mi bufanda), y por tanto los vecinos se desplazan encantados.




Toma falsa (?)



Momento único: Upton Park vacío







Alberto y yo durante el choque
El duelo, que empezó vibrante, se decantó pronto del lado de un Wigan más pausado, con más oficio y saber estar sobre el campo. El español Jordi Gomez fue el encargado de dar la puntilla al equipo local desde el punto de penalty. El resultado final (1-4) era lo de menos.

Habíamos cumplido el objetivo, pasarlo bien y ver el ambiente que se vive en un estadio Premier. Ya estoy ansioso por que llegue la próxima cita, en el campo del Arsenal, Chelsea, Tottenham...es lo bueno de estas megalópolis, que, cuentan con varios equipos de fútbol en la ciudad.



Unas fotos para inmortalizar la estampa -Upton Park vacío-, y alguna más en los aledaños del campo, como la escultura que recuerda a los héroes de 1966, a los campeones del mundo. Bobby Moore o Bobby Charlton, entre otros. Se acabó el día, una gran tarde en el Este de Londres.

Escultura que homenajea a los Campeones del Mundo



martes, 11 de septiembre de 2012

Osijek

En el ajetreado mes de Febrero hice el penúltimo viaje antes de regresar a la patria. Se trataba en esta ocasión de Osijek, al oeste de Croacia, la cuarta ciudad más grande del país. Vanja, un amigo croata me había invitado a pasar el fin de semana. Lo conocí en el Lago Balatón (Hungría), en Octubre, cuando mi jefe en el ESN Y IAESTE, Jure Safner, me invitó con su equipo a pasar el fin de semana en el este de Hungría, con gastos pagados. Un lujo al que no podía renunciar.

Centrándonos en el viaje, partí de Maribor por la mañana e hice un transbordo de 1 ó 2 horas en Zagreb. Allí cogí otro tren para Osijek, a donde llegaría por la tarde noche, alrededor de las 21.00. El plan de era hacer botellón en casa de sus amigos y luego salir de discotecas. Un clásico, da igual el país. Cenamos algo y nos fuimos a casa de sus amigos. Luego unas cervezas en un pub con unas cuantas maduritas y poco más. No había mucha gente joven y las chicas que había no nos interesaban demasiado...una vuelta por algún otro bar (todos céntricos) y a última hora acabamos en un garito llamado Tufna. Resultó ser el adecuado. Habíamos acertado. Conocimos a unas chicas locales, casualidades del destino, una de ellas hablaba algo de español; pero yo quería practicar inglés...total que hicimos el reparto y Vanja estuvo de acuerdo en la asignación.

Ana María y yo


Vanja y yo en el bar Tufna
Llegó el sábado y nos levantamos sin ninguna presión. Comimos en casa -su madre muy servicial en todo momento, aunque no hablaba ni pizca de inglés- y fuimos a hacer turismo por la ciudad. Todo nevado. Osijek no se había librado de la ola de frío. Quedamos con su ex-novia. Una chica muy maja. Hicimos un poco de turismo por la plaza principal, la cual habíamos visto la noche anterior, con estatuas de hielo, que estaban ya derruidas. El vandalismo es una corriente que no entiende de países. Vimos una pequeña escultura de Picasso y nos echamos unas bonitas fotos junto a un moderno puente, con el cielo precioso entre encapotado y el brillo del atardecer. También subimos a la fortaleza, aún a riesgo de caernos.

Después comimos algo y luego tomamos un chocolate caliente en un agradable café. Su ex se extrañaba de que Badajoz, habitualmente, la gente no quedara todas las tardes para tomar algo. O al menos en mi pandilla no lo hacemos. Yo le expliqué que, generalmente , en España la gente se mueve más los fines de semana. Que entre semana tienen otras tareas. Eso de quedar todas las tardes no es tradición. Al parecer en Osijek es muy común y es -casi- el único entretenimiento que tienen.

Intenté convencer a la chica para que persuadiera a sus amigas y nos viéramos por la noche, pero no estaba muy por la labor. El cansancio le pesaba más. Así que, el plan empezaba a cojear. De camino a casa, decidimos pasar por el bar Dalí, donde estaba trabajando Sindi, una vieja amiga que también conocí en el Lago Balatón con IAESTE, y que tiene un gran parecido con Leigton Meester (Blair Waldorf en la serie en Gossip Girl). Salió a saludarnos y se llevó una grata sorpresa al verme, aunque ya habíamos hablado y le había advertido de mi presencia en Osijek el fin de semana. Sus amigas estaban en la barra cuando llegamos y se entusiasmaron al saber que yo era español. El lenguaje corporal les delataba. Quedamos con Sindi para vernos por la noche.

Solo duró una noche

Turismo vespertino

Anochecer desde el puente sobre el río Drava

La escultura de Picasso
Vanja tiró de agenda y "citó" a varios grupos de amigas. Cuando las vi me defraudaron un poco. La fama de las mujeres croatas no les hacía honor. Fuimos moviéndonos por varias discotecas hasta que inesperadamente dimos con Sindi y su grupo. Nos quedamos con ellas.

Avanzó la noche y nos fuimos encontrando a amigos suyos. La fiesta no me decepcionó; aunque como me explicó mi amigo los mejores días para salir son los jueves -como en España-. De todas formas, calificaría ambas noches con un notable: No cobraban entrada en los pubs, había chicas interesantes, la cerveza -Pam- era muy Top y la música también daba la talla.
Sindi y yo
A la mañana siguiente nos levantamos, dormimos más bien poco y Vanja me acercó a la estación. Llegué a Zagreb y todavía era de día así que me acerqué en tranvía al Teatro Nacional. No podía desaprovechar esta ocasión. Tenía un par de horas hasta que saliera el siguiente tren hacia Maribor. No tuve problemas de tiempo.
Teatro Nacional de Zagreb

Unos chicos me echaron unas fotos en el imponente edificio y de vuelta para la estación. Objetivo cumplido. Me dio tiempo incluso de pasar por el McDonalds y cenar algo.


martes, 14 de agosto de 2012

Skopje-Belgrado-Zagreb

Tras montarnos en el autobús con más de un personaje curioso, e incluso de peligroso lo calificaría, nos embarcamos hacia un nuevo destino: Skopje, capital de Macedonia. El viaje sería tedioso (por las horas), pero no precisamente soporífero. Nada más lejos de la realidad. Resultó ser más bien entretenido por los avatares que fueron sucediendo.

Hubo problemas para atravesar la frontera albanesa-macedonia. La policía puso algunas trabas que no llegamos a acertar cuáles eran. Intuimos que se trataba de alguna mercancía ilegal. En los fondos del autobús, prácticamente debajo de mi asiento, había unos panfletos, o revistas sospechosas, al parecer, porque de droga no sacaron nada.

Por unas cosas o por otras, nos detuvieron en la frontera más de 2 horas. Yo estaba dormido y fue cómica la forma en la que me despertaron. Los pasajeros del autobús -incluido Sergio- se reían de la siesta que me estaba echando en plena revisión policial. Me desperté por los movimientos, así que se puede decir que hasta ese momento el trayecto se me había hecho corto. Incluso lo que al principio parecía un imposible, coger el sueño rodeados de gente, digamos, no del todo fiable, se tornó en buen rollo.

Dejamos de agarrar nuestras pertenencias y nos relajamos hasta dormirnos. Los pasaportes también fueron objeto de risa. Todo el autobús nos conocía ya como los 'spanish'. Nuestra intención era, en un principio, pasar lo más desapercibidos posible, pero ni mucho menos lo conseguimos. Cada vez que había que entregar la documentación, nos señalaban. Los chavales llegaron a ofrecernos comidas y compartimos víveres. Quién nos lo iba a decir al subirnos...

Lo más curioso de Albania, es que al igual que en Ucrania, el hecho de ser español no era ninguna cualidad diferencial, no ejercía un embrujo en la población, ni mucho menos. Era más bien, peyorativo. Veían que eras extranjero y la sensación que tuvimos es que era mejor no decir nuestra procedencia.




Tras más de 10 horas de viaje (serían unas 12 aprox.) llegamos a Skopje, que nos recibió con una copiosa nevada. Preguntamos en la oficina qué autobuses había para llegar a Belgrado y resultó que solo uno hacia el trayecto: Nueve largas horas; pero el problema es que solo teníamos dos o tres para visitar la tierra del gran Alejandro Magno. Compramos el billete para Belgrado y acordamos con un taxista visitar los principales puntos de interés por un módico precio para nosotros. Básicamente vimos la plaza principal, la cual yo recordaba por el homenaje que recibió la selección de baloncesto tras su excepcional Eurobasket. Una plaza majestuosa, singular, con una gran fuente en medio -coronada por una estatua ecuestre de Alejandro Magno- y esculturas curiosas alrededor. Sirva esta a modo de ejemplo.

Dos chicas muy monas intercambian unas palabras


El único reproche fue que estaba todo cubierto de nieve. Es más, en esos momentos estaba nevando. Unas fotos rápidas para el recuerdo y de vuelta al taxi. Pasamos por el Arco Triunfal, o Puerta de Macedonia. Por cierto, mi caída subiendo a la fuente es digna de reseñar, y es que había un forro que la cubría para protegerla de las nevadas, las lluvias...pero estaba cubierto por la nieve y por lo tanto, no lo ví.

De vuelta al taxi y a la estación. Prácticamente, entre las vueltas con el taxi, el regateo para que nos llevara a otros destinos turísticos y comprar algo para desayunar y algún souvenir, se había consumido el tiempo. Sergio, además, no quería ir ya a más sitios. Es cierto que no nos sobraba tiempo, pero me quedé con las ganas de ver algún emplazamiento más como el puente de piedra o el reloj de la antigua estación de trenes, que permanece con la hora exacta que marcaba cuando se produjo el terremoto en 1963 y que causó más de 1000 muertos, o la fortaleza Kale, que aunque nos quedamos sin verla, nos trajimos un par de postales de recuerdo. Esto último no me gusta mucho. Comprar algo de un sitio que no he visitado...no me llama especialmente, pero tampoco había muchas más opciones en la pequeña tienda de la estación.

Iglesia ortodoxa a las afueras


A día de hoy todavía estoy esperando esas fotos, por eso cuelgo esta que resume a todas. Una iglesia ortodoxa, como tantas otras...

Paramos una eternidad de tiempo en la frontera para pasar a Serbia y nos tuvimos que cambiar de autobús en dos ocasiones. Un trayecto bastante ajetreado, sí. Los sandwiches de las gasolineras nos sirvieron de sustento. Era ya de noche en Belgrado cuando arribamos aunque había luces por todos lados. Era sábado, se notaba. La calle rebosaba de gente a pesar de las dificultades para caminar por culpa de la nieve. Cenamos en el McDonalds y después de una larga caminata llegamos a una de las arterias principales de la ciudad. Preguntamos a distintas chicas dónde dormir; vimos varios hostales, pero estaban completos. La búsqueda terminó y nos acomodamos en uno que no convencía a Sergio, pero no era plan de pasearse con la nevada que estaba cayendo. El dueño era un poco perroflauta, pero ¡teníamos una habitación privada por 9 euros! No había queja posible aunque no fuera nada ostentoso.


No convencí a Sergio para salir. Falta de ganas, esgrimió. Una pena, me quedo con esa espinita clavada en el viaje. La mejor ciudad de Europa para salir de fiesta, o eso dicen. La verdad, por experiencia propia, debo confirmar esa teoría: mucho movimiento por la calle y eso que el tiempo no acompañaba lo más mínimo. Buenas mujeres, también hay que mencionarlo. Queda pendiente otra visita.


Amenecer en Belgrado


Por la mañana desayunamos tranquilamente en un agradable café y emprendimos el habitual turismo diurno: Una ardua tarea por la acumulación de nieve. A pesar de todo, reconocí en una céntrica plaza, el edificio de Jugoexport, justo al lado de la calle peatonal más concurrida y conocida de Belgrado: Knez Mihailova. Este panel anunciativo aparecía en el documental 'Once Brothers', filmado entre Serbia y Croacia, con Divac y Petrovic de protagonistas. A unos 300 metros en línea recta desde el mencionado Jugoexport, se encontraba la Universidad, junto a un parque. Una parada técnica para repostar: Una cervecita local para coger fuerzas y continuamos la ruta hasta el parque de Kalemegdan, donde concurrían varios museos al aire libre.


Edificio que aparece en el doc. 'Once Brothers'

Gracioso (?)






Sinceramente, estábamos bastante fatigados y la climatología adversa no ayudaba pero aún así, echamos unas cuantas fotos desde la Fortaleza, que se emplazaba junto al museo del Ejército, con todo el armamento distribuido en forma de muestra para los visitantes. Tanques, cañones, carros de combate...creo recordar que por aquí nos caímos o estuvimos cerca, entre foto y foto, y de nuevo creo que fui yo el damnificado. La copiosa nevada había enterrado casi todo pero se salvaron algunas postales.


Mientras buscábamos la calle y el restaurante que nos habían indicado en el hostal -no muy lejos de la fortaleza-, nos seguíamos topando con iglesias ortodoxas. Una vez en el comedor, no me quise privar de un buen plato de gulash. Un capricho para despedir bien el país. Sergio se pidió algo más básico: Una especie de tortilla francesa. Se acercaba la hora de irse y como siempre, íbamos con el tiempo justo. La densidad de mi plato hacía que el retraso fuera mayor y cogimos el autobús para Zagreb por los pelos. Además, antes de montarnos en el autobús tuvimos que lidiar con una barrera -como todo el mundo- con una ficha que se introducía en una máquina. Como os podéis imaginar, la odisea para hallar la ficha fue terrible. Después de un rato, Sergio dio con ella. Solo tenía la suya, pero persuadimos a los dos hombres de seguridad para que nos dejaran pasar por el torno. Le explicamos que perdíamos el bus, que no había otro y finalmente cedió. Posteriormente, una vez ya montados, localicé mi ficha, en uno de los bolsillos, entre las monedas que había ido guardando de recuerdo. Por cierto, quienes se piensen que en estos países los medios de transportes son baratos se equivocan rotundamente.

Vista del río Sava congelado
Cañones en el museo del Ejército



















El balance se puede calificar de positivo, teniendo en cuenta el temporal de nieve que sufrimos y las pocas horas de las que dispusimos para visitar la ciudad. Nos quedaron cosas por ver, por supuesto, como el Teatro Nacional y todo el Stari Grad (el casco antiguo), pero esto no hace sino acrecentar las ganas de volver.



Riquísimo plato de gulash

En Croacia la climatología era algo más benigna, pero lo que más nos emocionó fue ver que íbamos llegando a Occidente, al desarrollo, a Europa. La sensación ya era más placentera, pasábamos del considerable atraso al modernismo que destilaba Zagreb. Si teníamos algún tipo de problema, aquí sería más fácil solucionarlo. No había tanta diferencia entre la capital croata y Maribor (Eslovenia), donde yo estaba residiendo.

Era ya de noche, como acostumbrábamos a comparecer en todas las ciudades. Cogimos el tranvía -sin ticket, obviamente (?)-, y en 3 paradas nos bajamos. El hostel que habíamos mirado -siempre sin reserva previa- estaba bastante céntrico. Preguntamos y sí que había habitaciones disponibles. Un hostal muy bueno, de los mejores en los que he estado. Muy recomendable, quedáos con el nombre: Hobo Bear, en Andrije Medulica 4. Compartimos habitación con otros 5 ó 6, pero al fín, Sergio estaba contento con el alojamiento. Estuvimos charlando con un chileno que tenía ganas de tomar una cerveza. Pero había pocas ganas y lo que más nos disuadía era el día de la semana: Un domingo. Finalmente, la cerveza cayó, pero en el hostal. Una Pam, como el primer día en Rijeka, para ser fieles a la tradición. A dormir prontito que mañana tocaba otro día duro: recorrer Zageb en unas 5-6 horas.

Pabellón de las Artes, en la plaza Tomislav
Desayunamos en una pastelería cercana al hostal, en la calle Ilica. No recuerdo el nombre pero es una franquicia y es otro must para desayunar, merendar... Al llegar a la plaza del Ban (virrrey) Josip Jelacic, la Plaza del Sol de Madrid, haciendo un símil rápido, vimos que había una gran carpa montada con motivo del Chocofest, un festival dedicado al chocolate y donde se congregaba muchísima gente. Tomamos un helado y descansamos un poquito. Quedaba aún mucha mañana. Nos dirigimos a la estación de trenes -Glavni Kolodvor, un edificio majestuoso- para preguntar por los horarios para Eslovenia. Compramos los billetes y empezamos con la sesión de fotos. Comenzando por el Pabellón de las Artes, de color amarillo, en plena plaza del rey Tomislav, donde se encuentra la estatua ecuestre del que fue primer rey de Croacia.

Con el virrey Jelacic

Disfrutando del Chocofest
Desde ahí cogimos el tranvía con destino al museo de Drazen Petrovic. Una leyenda del baloncesto balcánico y podemos extrapolarlo también al básket europeo y mundial, tras sufrir una trágica muerte en la cima de su carrera deportiva. Era una de las visitas que nos hacía más ilusión. Por culpa de las malas combinaciones tuvimos que rehusar la parada en su ciudad natal, Sibenik. Pero este museo no se nos iba a escapar. La sala se localizaba junto al pabellón de la Cibona y es un fabuloso recorrido por su vida. Desde las camisetas que portó en los distintos equipos para los que jugó (Sibenik, Cibona, Real Madrid, Portland y New Jersey Nets) a su vasta colección de sus medallas (olímpicas, de europeos, mundiales...) sin olvidar sus títulos individuales a nivel de clubes y fotos que adornaban el edificio. Compré un póster del genio de Sibenik, que decora mi habitación.

Casualmente, vimos una camiseta de la selección española de fútbol sala firmada por todos sus integrantes, que acababan de proclamarse Campeones de Europa, precisamente en la capital croata. En un lateral del museo, y cobijando el pabellón de la Cibona, había una estatua inconfundible de Drazen. Una imagen que teníamos grabadas en nuestras retinas. Después, en la tienda del club, me compré una camiseta de entrenamiento de la Cibona, un club histórico.
Junto con las hazañas de Petrovic


Obsequio de la selección de Fútbol Sala
Tomamos una cerveza en el bar de al lado, regentado por el hermano de Petrovic y vimos de pasada, desde el tranvía, el Teatro Nacional. Una parada obligatoria, según incidió mi padre. Para otra ocasión.

Ya en el casco histórico, en la parte alta de la urbe, descubrimos nuevos edificios. La Iglesia de San Marcos merece una mención aparte. Su estructura original data del siglo XIII pero se le han ido añadiendo retoques hasta el s.XIX. Lo más peculiar es su tejado vidriado de colores azul, rojo y blanco, que simbolizan el escudo del antiguo reino de Croacia. Se dispone en la plaza del mismo nombre y está presidida por edificios civiles y gubernamentales. Aquí se asientan el Parlamento y el Gobierno croata. Paseando por la zona encontramos el Museo de las Relaciones Rotas. Yo era reacio a entrar. De hecho, me parecía una pérdida de tiempo y me fui a dar una vuelta. Sin embargo, pasado un rato y viendo que Sergio no aparecía, decidí acercarme; y para mi sorpresa resultó una experiencia agradable y enriquecedora.


La estatua que homenajea al gran Petrovic
 Una exposición muy original. Objetos de todo tipo, inimaginables, desde sadomasoquistas hasta cartas de amor, pasando por maniquíes, vestidos, pechos postizos, detalles más elaborados...nunca se conocen los gustos más primitivos de las personas, lo que le provoca sus deseos más íntimos. Regalos descabellados y otros más clásicos. Todo donado por parejas que un día tuvieron una vida en común.

Sergio en la Catedral de San Esteban
Murallas junto a San Esteban
Subimos al Mirador de Gornji Grad, desde donde se vislumbra todo Zagreb. Y capturamos la toma más bonita: con la Iglesia de San Esteban al fondo. Al bajar, y siguiendo por Gradec, nos topamos con la famosa Stone Gate, que dividía las dos zonas de la ciudad, unidas definitivamente en 1850. Muchos devotos se acercaban a realizar sus ofrendas y rezar. Atravesando La Puerta de Piedra llegamos a la antigua ciudad de Kaptol, la zona eclesiástica por antonomasia, el lugar fetiche para los católicos y que hace siglos se encontraba cercada por las murallas; junto a ellas, la magnífica Catedral de San Esteban. El barrio antiguo es muy coqueto, con sus callejuelas estrechas y ambientadas, pero no lleva más de una hora visitarlo.


Me atrevería a afirmar, sin vacilar, que Zagreb fue, sin duda, la ciudad que mejor anduvimos. Pocos recovecos quedaron pendientes. Me dio la impresión de que estaba bien comunicada mediante las líneas de tranvía -y de metro- y que éstos funcionaban con mucha frecuencia. Además, la parte vieja no tiene pérdida y está muy bien señalizada. Sin más dilación fuimos a coger el tren. Cambiamos algunas kunas por euros y pusimos fin a esta entretenida aventura por los Balcanes. La bifurcación vino en Maribor. Yo me bajé y Sergio continuó hasta Liubliana, desde donde cogería el avión.