miércoles, 24 de junio de 2015

Conociendo a fondo los Balcanes (parte II)

De vuelta a la estación, me monté en una furgoneta, porque por el tamaño no podemos calificarlo siquiera de autobús. Justo tenía al lado a una chica muy mona, de nombre Liljana, que venía de pasar unos días de vacaciones visitando a unas amigas en Malta. Sobra decir que el viaje pintaba ya mejor y se haría más ameno. Como detalle -menor (?)- he de mencionar que el autobús no tenía cinturones de seguridad y la furgoneta era bastante mediocre. Me pasé gran parte del camino hablando con esta nueva amiga, que me señalaría el camino a casa al llegar a la capital de Macedonia. Por cierto, hablaba algo de español. Según parece, era bastante popular en el país debido a las telenovelas. Supongo que exageraría, pero me dijo que la gente me entendería mejor si me dirigía a ellos en español y no en inglés.

Hicimos un descanso en medio de la nada, donde había una pequeña tienda -y para mi sorpresa la mujer hablaba inglés ¡e incluso aceptaba euros!- y luego la pertinente parada en la aduana, donde me hizo gracia que el guardia se quedara mirando los preservativos... Le dije a Liljana en tono jocoso que le debería preguntar al tipo que si me dejaba tener relaciones. A las 5AM llegamos a Skopje, y como me prometió la chica del bus me acompañaría al hostel.

El problema vino ahora. Cogimos un taxi -pagó ella, no quiso dejarme pagar a pesar de que el taxista aceptaba euros- y cuando estábamos llegando a su casa -luego descubriría que quería coger su coche y acercarme al hostel- me di cuenta que había olvidado la mochila en el autobús. Al bajarme fui directo a coger la maleta y no caí en la cuenta de que había dejado la mochila en la parte de arriba del asiento. Un despiste de bulto, sí, más si cabe porque en ella tenía el pasaporte -vital para salir del país-, el cargador del móvil, los auriculares, las gafas de sol, el neceser... Así que cogimos su coche y volvimos a la estación...pero el autobús no estaba. Problemón. Preguntamos que si se había vuelto a Sofía y en caso de que aún estuviera en Skopje dónde se podría encontrar. Jamás se me olvidará la marca que hacía la ruta Sofia-Skopje, Kalesa.

Nos pusimos a dar vueltas en busca el autobús perdido, pero no aparecía. Fuimos donde le dijeron a Liljana que suelen aparcar para pasar la noche, también llegamos a la antigua estación, pero no había forma de dar con él. La ayuda de la chica fue inestimable, quería dar con la mochila a toda costa, así que nos dirigimos a la aduana. Sí, cuando vi que cogió la autopista le pregunté -porque me lo estaba temiendo- y evidentemente me confirmó mis sospechas. Allá que fuimos y no solo eso, sino que me dijo que si no veíamos la furgoneta que ¡iríamos a Sofía! Yo estaba totalmente por la labor de encontrarla, como es de suponer, pero a ella se le metió entre ceja y ceja encontrar el vehículo.

Iglesia de Santa Sofía (Ohrid)
En la aduana le dijeron que no había pasado ningún autobús de la marca Kalesa, que esperáramos.

Y eso hicimos, durante más de media hora. Yo volví a preguntar al funcionario en su garita y me dijo que conoce la marca porque lo ve pasar todos los días y que estaba convencido de que por ahí no había pasado. Además, suponiendo que lo viéramos pasar, sería muy cómico el hecho de perseguirlo y hacerle parar. El guardia también me comentó que él no estaba capacitado para registrar el vehículo, que simplemente nos avisaría si lo veía pasar. Como os contaba, estuvimos aparcados un buen rato mientras Liljana no paraba de hacer llamadas para ver si resolvíamos algo o le daban alguna información útil acerca de las rutas de la compañía.

Teatro romano de Ohrid
Yo le dije que nos volviéramos, que mañana seguiríamos buscando. Volvimos a la estación en un último intento y un operario me dijo que, al día siguiente, a las 17.30, ese autobús volvería a Sofía. No me quedé del todo conforme. No me quedaba mucho más que hacer. Dimos otra vuelta más por la antigua estación pero ella, que conocía el autobús y la marca mejor que yo, no lo vio por ningún lado. Le dije que me dejara en el hostel y que más tarde, a lo largo de la mañana, seguiríamos buscando. Subí al hostel y cuando estaba aún en la recepción me llegó un mensaje suyo al Whatsapp. Había encontrado el bus! Alucinante. La chavala además de maja era muy resuelta. Me dijo que se acercaría a dármelo en 10 minutos, que bajara. Llegó y me propuso ir al Canyon Matka -del que me había hablado hacía un rato-, a no ser que estuviera muy cansado. Y yo, claro, como siempre en estas ocasiones, estoy abierto a cualquier plan. Rara vez el sueño o el cansancio me hacen decir que no. El cañón, en un valle precioso, se encontraba a unos 10 kilómetros a las afueras de Skopje. Allí fue donde nos besamos, con un marco incomparable. No había mejor sitio, parecía hecho a medida.

Lago Matka a primera hora de la mañana
Ya de vuelta al hostel, quedamos en vernos esa misma noche, aunque fuera un rato, a pesar de nuestro cansancio mutuo, sobre todo el suyo, que venía de varios días sin dormir y quería quedar con sus amigas. Yo pensaba ir a Ohrid durante el día, así que intentaríamos quedar por la noche.

Puse la alarma, dormí 2 o 3 horas y me fui a Ohrid. El chico del hostel me dijo que lo ideal para mí sería quedarme allí esa noche y no volver a Skopje. No le faltaba razón. Eché más horas en el bus -6 en total- que viendo la propia ciudad. Ohrid, "El Jerusalén de los Balcanes", que cuenta con 365 iglesias (una por cada día del año) y un enorme patrimonio cultural para una ciudad de apenas 42.000 habitantes. El teatro y las iglesias románicas -espectacular la de San Clemente- son de una preciosidad inconfundible y el inmenso lago te absorbe desde el primer momento. Por supuesto, tiene un castillo con unas murallas que nada tienen que envidiar a las de Skopje y que se remonta a la época bizantina. Una ciudad pequeña pero con muchísimo encanto. Solo me quedé con ganas de ver la iglesia de San Juan Kaneo, pero el tiempo apremiaba.

El recepcionista no se equivocaba, pero yo ya tenía mis planes en la cabeza y me di toda la prisa que pude en recorrérmelo, para así llegar a tiempo esa misma noche a Skopje, dormir allí, levantarme por la mañana, hacer turismo y poner rumbo a Kosovo a mediodía. Como véis, todo bastante bien programado.

Iglesia de San Clemente
Y eso hice, en apenas hora y media y corriendo de un lado para a otro me la vi. Cogí el bus, como planeé y llegué a la capital macedona de noche. Salí a comer algo y al día siguiente de turisteo. No está mal Skopje, aunque a decir verdad, se está modernizando a la carrera. Hay obras por todos lados y se pueden ver estatuas por las calles principales, lo que siempre da atractivo, alegría y vistosidad a cualquier ciudad. Es una estrategia del gobierno local, embellecer la ciudad, dotarla de una identidad propia, porque como bien sabéis hasta hace aproximadamente veinte años pertenecía a Yugoslavia. Cerca de mi hostel, a escasos metros, estaba la calla Macedonia, la arteria comercial y más transitada de la ciudad. Allí mismo, pudo disfrutar del memorial en honor a la Madre Teresa de Calcuta (Premio Nobel de la Paz). La entrada es gratuita y su visita es recomendable para explorar algunos detalles desconocidos de su vida. Desde que abandonó Skopje para irse de misionera a la India, con 18 años, volvió en tres ocasiones, en alguna de ellas con el Papa.

Fortaleza de Samuel (Ohrid)
Al final de la calle se encuentra la antigua estación de tren, con un interesante museo sobre el terremoto que asoló la ciudad en 1963. En la fachada principal un reloj marca la hora en la que la tierra se movió cómo nunca antes en esta zona y arrasó los cimientos de la ciudad. Una de las visitas de Teresa de Calcuta fue precisamente por el movimiento sísmico que causó miles de muertes en su ciudad natal y provocó que Tito tomara cartas en el asunto ante el caos sembrado por el temblor.

La fortaleza Kale (del siglo VI, aunque reconstruida a lo largo de los siglos) está situada en el punto más alto de la ciudad y tiene vistas al río Vardar; sin embargo, más allá de la espléndida vista de toda la ciudad, está bastante descuidada, me dio la sensación de estar muy desangelada y apenas se ve gente visitándola. Es mucho más vistoso el exterior que el interior. Por otro lado, la Plaza de Macedonia sigue en permanente construcción. Pocos avances vi respecto a hace tres años, cuando estuve con Sergio. Dicha plaza conecta la ciudad antigua con la nueva mediante el Puente Viejo (del siglo XV pero construido sobre cimientos romanos). Nada más atravesarlo, nos adentramos en el barrio turco y su bazar. Quizás sea lo más significativo de Skopje. La zona está dominada por mezquitas -imponente el minarete de Mustafa Pasha- y poblada por musulmanes albaneses. Hay mucha actividad en la calle y precisamente fue en esta zona donde comí.

Puerta de Macedonia
Finalmente no pude quedar con Liljana. Una pena, me hubiera gustado agradecerle con una comida su amabilidad el día anterior.

Mezquita en el barrio turco
Estatua de Filipo II, padre de Alejandro Magno
Tras ver la ciudad, comer y recoger la maleta, emprendí camino a Kosovo. En la frontera me miraron el pasaporte más de lo habitual y me preguntaron con qué intenciones iba al país o qué iba a hacer ahí. Mi respuesta fue sincera a la vez que firme: turismo, de vacaciones. Kosovo es reconocido como país independiente por 108 países en el mundo, pero entre ellos no está España. Ni Serbia, evidentemente.

Puente de piedra Kameni Most (el más antiguo de la ciudad)
En poco más de dos horas me planté en Pristina. Aún era de día y cuando llegué al hostel, limando con la plaza Madre Teresa (sí, los albano-kosovares afirman que nació aquí y no en Macedonia) casualmente el azar me iba a echar una mano. En la recepción me dijeron que había dos españoles hospedándose esa noche. El círculo se cuadraba porque era viernes y a mí me hacía ilusión salir en Pristina. Y claro, con los españoles siempre puedes contar para salir. La fiesta se lleva en la sangre, corre por las venas de cada uno de nosotros. La verdad es que la conversación en el lounge del hostel sobre el conflicto albano-kosovar con Serbia dio de sí y me sirvió para ponerme al día con un tema que no deja nunca de estar candente. Y todo ellos aliñado con cervezas de por medio, claro. Lo que dedujimos los españoles -Fernando y Andrés- y yo es que Kosovo quería la independencia respecto a Serbia para unirse a Albania.

El héroe nacional, Skanderbeg, quien porta la bandera albanesa
No será cuestión de uno o dos años, pero a largo plazo parece que es su intención, ya que se sienten mucho más identificados -al menos las nuevas generaciones- con los albanos que con los serbios: por etnia, lengua, cultura...incluso al llegar me ocurrió algo muy curioso. Pregunté de camino a una chica qué lengua se hablaba en el país, si era el serbio y me dijo que no, en absoluto, que era el albano y que no cometiera por ahí el error de preguntar eso, que podía ser peligroso, aunque la ciudad y la gente era pacífica, que no me preocupara, que actualmente no había problemas. Yo le respondí que aunque no se hablara, la anterior generación a la suya seguro que lo hacía...Pero a día de hoy está bastante limitado. Kosovo es Albania, si no oficialmente, sí que lo es de facto.



La gente habla albanés, se ven banderas y símbolos albaneses en edificios oficiales -junto con estadounidenses- y estatuas que rinden homenaje al héroe albanés Skanderbeg. Cualquiera diría que estamos en territorio albano. Sí que se ven algunas enseñas o distintivos kosovares, pero son las menos. La mayoría de la población se siente albana. Los serbios han causado mucho daño aquí y eso lo pudimos comprobar también por la noche, cuando nos volvimos con dos chicas en taxi. Nos contaron que nada de serbio, que no les gusta y rechazan cualquier semejanza con ellos. También nos comentaron lo que ya vimos por nosotros mismos, que los extranjeros no les suelen gustar. La discoteca no nos dejó dudas. Solo en un bar en la ciudad (para ir al club tuvimos que coger un taxi, estaba más bien a las afueras) pudimos entablar conversación con alguna chica. Yo conocí a una que era cantante profesional y que al día siguiente vimos -casualmente- en el autobús hacia Prizren en un videoclip. La reconocí enseguida y Andrés y Fernando también. Una anécdota curiosa para cerrar la estancia en la capital kosovar.

Conmemoración de la independencia de Serbia
Me falta resumir lo que hicimos por la mañana. Poco se puede hacer, ya que Pristina es una ciudad prácticamente nueva, reformada por los estadounidenses, que han invertido mucho dinero en el país para contrarrestar las maniobras serbias. No es casualidad que haya una estatua de Bill Clinton en el bulevar del mismo nombre u otra calle con el nombre de otro ex-presidente, George Bush. Es, cuanto menos, chocante. También fuimos al estadio nacional de fútbol, que se encuentra bastante deteriorado y que no puede albergar partidos oficiales, solo amistosos. Los kosovares del hostel soñaban con que algunas estrellas que juegan para Suiza pero que nacieron en Kosovo, caso del popular Shaquiri, por citar un ejemplo jueguen sus últimos días para el equipo nacional. Hicimos otra escala de rigor en el famoso monumento New Born, que sirve para conmemorar la independencia de Serbia y que se inauguró en febrero de 2008. Alguna mezquita interesante, la Biblioteca Nacional, la iglesia Madre Teresa (sin apenas historia, ya que se finalizó anteayer, en el 2007) y visita terminada. No os perdéis nada si no pasáis por aquí, pero, sinceramente, tampoco me arrepiento de haber venido.

Greetings from Kosovo ;)
Por la tarde llegamos a la ciudad histórica de Prizren, plagada de mezquitas y monasterios y que data del siglo XIV. Yo había marcado en mi hoja de ruta el sábado por la tarde como fecha de vuelta a Budva, aunque mi plan se torció porque solo había autobuses por la mañana. A las 8AM para ser más exactos. Ergo me tuve que quedar en el mismo hostel que Andrés y Fernando. Además de este inoportuno contratiempo, la ciudad nos recibió con una lluvia torrencial que casi me amarga mi idea de ver las atracciones de la ciudad.

Biblioteca Nacional

Estadio del equipo local, el KF Prishtina



Cenamos en horario guiri y cuando finalmente escampó, pudimos salir a pasear. Prizren me dejó un buen sabor de boca. Más antigua y con más aroma que Pristina, se detecta enseguida su encanto al contemplar el Viejo Puente de Piedra, la imponente mezquita Sinan Pasha y la fortaleza Kaljaja, es aconsejable subir para apreciar las espectaculares vistas. Bonitas panorámicas. Mereció la pena el paseo. Leímos que había más de treinta mezquitas en toda la ciudad, dato bastante elocuente. De vuelta al hostel, dialogamos con el chico de recepción, que nos habló sobre -cómo no- el conflicto serbio-kosovar -siempre ligado a Albania, claro-. También se sentía albano. Nos contó historias de la guerra que vivió en primera persona, cuando era pequeño y se tuvo que proteger en el sótano de su casa y vi cómo caían bombas a su alrededor y morían vecinos y amigos. Sucedió en 1999, hace apenas 16 años, aunque parezca que ha pasado una eternidad.

El amigo Bill y un servidor
Yo le conté que cada uno cuenta la historia como le conviene, como Maja, la chica que conocí en Novi Sad a través de Couchsurfing. Me contó que él ya había oído esa historia, que los serbios siempre cuentan eso, pero que es mentira; aunque él particularmente no les tenía odio a los serbios y conocía el idioma. Todo esto aliádo de chupitos de rakija (un licor similar al brandy) que subía rápidamente (con tres de estos y alguna cerveza ya era suficiente para coger más que el punto...). Dialogábamos, debatíamos y nos entreteníamos.Tanto que casi se nos pasa la hora de salir. Fuimos a dar una vuelta por la ciudad con gente del hostel.

El turismo nocturno siempre es conveniente - nunca es desdeñable, yo soy un firme defensor- si bien en esta ocasión duramos poco, ya que a las 2AM o así ya estábamos de vuelta. No había muchas ganas de jarana. El cansancio había hecho mella, y más en mí, que llevaba más de una semana trotando y en cuestión de horas debía volver a Budva. Andrés y Fernando volverían a Macedonia, donde estaban trabajando. Un placer conocerles. Me despedí de ellos por la mañana y llegué a Budva por la tarde. Para los cerveceros, comentar que la cerveza local, Peja, deja mucho que desear. Aguada, sin sabor ni carácter. Mejor pedir otras marcas.

Foto postal de Prizren
Vistas desde la fortaleza
Un viaje con muchas anécdotas que guardar en la retina e historias de todo tipo para contar a hijos y nietos. Viajar solo -cuando la necesidad obliga- no está mal. Ya lo había hecho en UK, cuando fui desde Leeds a Oxford y Cambridge, aunque en esa ocasión solo se trató de un par de días. Ahora han sido nueve, pero la valoración global ha sido muy positiva.

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