Nuevo evento de resonancia en Londres. Llegaba la Euroliga, la máxima competición del baloncesto continental, y con ella la Final Four, a la que solo acceden los cuatro mejores equipos. Una corte muy selecta y restringida que hace las delicias de miles de espectadores todos los años. No de tantos como debería en Londres, ya que aquí, al contrario que en Barcelona, Atenas, Siena, Vitoria, Vilna, Moscú o Tel Aviv, no se respira el básket por las arterias de toda la ciudad.
La primera semifinal enfrentó al campeón de la pasada edición, el Olympiacos, con el gran favorito en todas las apuestas, el CSKA de Moscú, que contaba con varias estrellas de la competición en nómina. Hubo sorpresa. Los griegos barrieron a un CSKA desnortado, sin el brillo que ha irradiado todo el año. Se apagaron las luces de Teodosic y ni Krstic ni Khryapa supieron sacar a los rusos del atolladero.
Un Olympiacos muy serio comandado por Kyle Hines (13 puntos y 10 rebotes) se llevaba el partido sin dar lugar a debate (69-52).
El Madrid desarma al Barça desde la defensa y se
lleva el duelo español en semifinales
A pesar de que el
inicio del duelo no fue todo lo bueno que se esperaba para los blancos, el
final sí que hizo un guiño a su glorioso pasado. Pero eso es otra
historia. El partido lo dominaba Marcelinho al poco de arranca, con ese tiro a
una pierna que tanto le caracteriza ponía la máxima (11-6) a los cinco minutos
de iniciarse el choque y obligaba a Laso a
pedir tiempo muerto. Dio igual. El Barça siguió defendiendo con mano de
hierro y Navarro con una canasta marca de la casa daba aún más aire a los
azulgranas al finalizar el primer cuarto (18-11).
Respondía Llul a un Navarro que veía el aro como una piscina. El Madrid quería correr y el Barça sestear. Pascual imponía su sistema al de Laso. La defensa y el tempo de partido lo marcaban los culés. El defenestrado Tomic tomó la pintura como si fuera el pórtico de su casa. Imperial, sacando faltas, anotando y siendo una jaqueca para los pívots blancos: 14 puntos y 6 rebotes al descanso. Mantuvo vivo a su equipo cuando el Madrid amagó con irse en el marcador.
La racha de Sergio
Rodriuez y Rudy desde el triple ponía la máxima para el Madrid al descanso
(39-33).
Pero Tomic continuaba percutiendo
tanto o más que en la primera parte y daba la vuelta a la tortilla (51-48). Huertas
enchufó un triple cuando expiraba la posesión y colocaba a los suyos seis
arriba (54-48). Jasikevicius ampliaba la diferencia a 8 y Laso paraba el
partido a falta de 12 minutos.
Las rotaciones de Laso
estaban hundiendo a su equipo. Sergio Rodríguez, adalid del juego ofensivo que
transmite por sus poros en la competición liguera el Madrid, se pasaba el
tercer cuarto en el banco.
Al
Madrid no le quedaba
otra que arremangarse y subir un punto en defensa. Se agarró al partido
secando
a Navarro y a Tomic. El Barça se atascó. Parecía exhausto, sin ideas,
bloqueado.
Navarro no podía ni siquiera levantarse y tirar; y Tomic penaba en la
pintura
sin poder recibir balones. Felipe catapultó a los blancos a base de
casta y
agallas, resultando clave en el devenir de partido. Con menos minutos
que hace
unos años, con un rol más residual, siempre acaba cumpliendo. El hambre
de unos
y la desgana de otros hizo el resto. Bochornosos final del Barça.
Huertas falló el triple para ponerse a dos (67-72) y el Madrid sentenció
desde el tiro libre
(74-67), sellando su pase a la ansiada final.
El Olympiacos ahoga al Madrid y repite título
A 100 puntos se fue el Olympiacos, una cifra habitual para el Madrid en la competición doméstica. Sin embargo, el domingo supuso una cota demasiado alta. No pudo ni supo cómo deshacer la telaraña griega y lo que es más inusual, encontrar armas para dañar la defensa rival. Se encontraron los blancos con un equipo griego con más corazón y templanza, que no se amilanó ante la diferencia abismal que separó a ambos equipos al término del primer cuarto (27-10).
El inicio de partido fue
una ilusión óptica que duró solo un cuarto. Un Madrid desatado en ataque y sin
correas llegaba hasta los 27 puntos transcurridos los primeros diez minutos.
Una progresión de más de 100 al acabar el choque. Jugaban los de Laso a la
carrera -su seña de identidad- y la anotación se estiraba cada vez más. Sin
concesiones en defensa y contragolpeando con cada robo, con cada pérdida del
Olympiacos.
Ponía el Madrid la
máxima (13-5) cuando solo se llevaban disputados 5 minutos y obligaba al
técnico griego a pedir tiempo muerto. De poco sirvió. El Madrid seguía igual. Ahora
los triples volaban de la mano de Rudy. En esa ristra de tiradores que tienen
los blancos aún no habían aparecido Sergio Rodríguez ni Jayce Carroll. Un
abanico para asustar al más pintado. Una diferencia que la explicaban los 5
triples del Madrid. Los blancos veían el aro como una piscina olímpica. Una
hemorragia que el Olympiacos solo podía parar a base de casta.
La ruidosa hinchada helena |
Llegó la reprimenda de Bartzokas y la diferencia menguó hasta los 9 puntos (18-27). Las sensaciones y la iniciativa ya corrían del otro bando. El huerto en barbecho del Madrid ya no lo regaba ni Sergio Rodríguez, inédito hasta ese momento. El ritmo lo marcaba ya un Olympiacos que había embarrado el partido. Con el duelo enfangado por los legionarios griegos el Madrid sufría con cada posesión. No corría y la anotación se resentía tanto que en 6 minutos de segundo cuarto solo había anotado 4 puntos (24-31). El Olympiacos había remado y se había puesto a 7 (22-29). La dinámica del juego era franjirroja aunque en el marcador mandara el Madrid (31-35, a 2 minutos para el descanso).
20 minutos para el final y partido nuevo
El lenguaje corporal
del Madrid no era el mismo que tras el primer cuarto. Rudy y Llull ya no saltaban ni alentaban a la afición blanca. Era de
esperar. La grada, mayoritariamente rojiblanca, no podía permitir que su equipo
muriera sin pelear. Desfallecer no se contemplaba.
El asueto, en lugar de
suponer un soplo de aire fresco, espoleó aún más a los griegos. Spanoulis clavó
tres triples frontales y colocó al Olympiacos 3 arriba (48-45). El Madrid, sin
rumbo, no encontraba su ritmo. Lejos quedaban los primeros compases del
partido. Pablo Laso se veía obligado a pedir tiempo muerto. 52-46 con 5 minutos
por jugarse.
De la mano de un valiente Rudy que empezaba a hacer de todo en la pista, el Madrid empezó a pelear cada rebote. Tuvieron que recurrir los madrileños a la intensidad defensiva. Así igualó el partido. El coraje de Slaughter encontraba su réplica en el coloso Hynes, que entraba en una refriega constante con Felipe Reyes. Draper, inédito hasta el tercer cuarto, encontró la forma de parar a Spanoulis, el timón griego. Sin su vela, el Olympiacos es menos equipo. 61-61 y diez minutos con una tensión máxima por delante. La navaja cortaba el aire en cada ataque. Las muñecas se encogían hasta que salió Spanoulis. A la estrella del equipo más socialista de Europa no le tiembla la muñeca cuando el tiempo expira y los corazones palpitan más rápido que nunca. Un triple tras salida de bloqueo ponía el 70-62 a falta de poco más de 7 minutos. Situación extrema para el Madrid. Muy parecida a la de las semifinales ante el Barça.
Pero hoy la defensa no
iba a ser suficiente. Aparecieron Sloukas y el árbol mecido por Spanoulis
provocaba una borrachera de puntos alcanzable para el Madrid en otras
ocasiones, pero no hoy. La defensa asfixiante pudo con los blancos. Los alfiles
del Madrid se fueron desplomando uno a uno, mientras que las torres del
Olympiacos iban enseñando nuevas
jugadas. Sergio Rodríguez seguía sin aparecer y a Carroll apenas se le vio en
todo el fin de semana.
De la mano de un valiente Rudy que empezaba a hacer de todo en la pista, el Madrid empezó a pelear cada rebote. Tuvieron que recurrir los madrileños a la intensidad defensiva. Así igualó el partido. El coraje de Slaughter encontraba su réplica en el coloso Hynes, que entraba en una refriega constante con Felipe Reyes. Draper, inédito hasta el tercer cuarto, encontró la forma de parar a Spanoulis, el timón griego. Sin su vela, el Olympiacos es menos equipo. 61-61 y diez minutos con una tensión máxima por delante. La navaja cortaba el aire en cada ataque. Las muñecas se encogían hasta que salió Spanoulis. A la estrella del equipo más socialista de Europa no le tiembla la muñeca cuando el tiempo expira y los corazones palpitan más rápido que nunca. Un triple tras salida de bloqueo ponía el 70-62 a falta de poco más de 7 minutos. Situación extrema para el Madrid. Muy parecida a la de las semifinales ante el Barça.
Perperoglu sostiene el trofeo de campeón |
El Olympiacos en el podio celebrando el título |
Kyle Hines dedica el trofeo a su afición |
Spanoulis a falta de 2 minutos liquidaba los blancos. Un nuevo triple con Rudy delante, ponía a los de El Pireo 11 arriba. 90-79 y explosión de alegría de la parroquia helena. El júbilo era máximo. Un equipo que rebajó su presupuesto por la crisis y tuvo que vender a sus estrellas. Aunque anduvo listo, confió ciegamente en un hombre, Spanoulis, que decantó la final para los griegos con 22 puntos, 4 asistencias y jugadas tan decisivas como el calor de su afición.
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